viernes, 5 de agosto de 2016

Usted:



Realmente no tengo nada que decir, le escribo; porque me gusta imaginar que usted me lee.
El otro día (¿o era de noche?, no importa mucho el día o la noche aquí,, la otra vez, digamos) le vi sonriendo. Quiero decirle que su sonrisa es hermosa.
Admítolo, dista mucho de ser la más hermosa que he visto, pero es suya. Y usted, por alguna extraña razón me gusta mucho, por lo tanto, su sonrisa es de las más hermosas que he tenido el placer de vislumbrar.

Tal vez, alguno de estos días o de aquellas noches (el tiempo no me importa si de usted se trata), se presente la oportunidad de entregarle una de estas cartas. Quién sabe, tal vez, estás letras puedan robarle si quiera una sonrisa.

No voy a decirle más de lo que necesita saber, quiero decirle que le quiero, que me tiene loco, que pensar en usted me eriza la piel, y el simple hecho de saber que existe hace que mi corazón palpite, que amo su sonrisa, su bella y linda sonrisa que me tiene completamente vivo en este mundo de muerte y destrucción.
En pocas palabras que usted:

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