viernes, 31 de marzo de 2017

Lo que pasa...

El poeta estaba sentado en una gran roca en medio del campo de flores mirando el atardecer.
El atardecer pasó, el filósofo miró al poeta entonces, que permanecía mirando al horizonte, pero no miraba nada. Su mirada no estaba aquí ni allá, estaba perdida en algún lugar lejano.
-¿Qué tenías en la cabeza? -preguntó al fin el filósofo.
-¿Te a pasado que se te pasa la vida pensando? -respondió el poeta.
-Pasar la vida pensando es mi trabajo.
Y hubo silencio...

Al fin, el poeta volvió a tomar la palabra:
-¿Y qué piensas cuando te pones a pensar?
-Un folósofo puede pensar lo que sea, es lo interesante del oficio, siempre puedes pensar en algo diferente.
-¿Qué pasa cuando no dejas de pensar en lo mismo?
-En relidad no pasa nada. Siempre tienes que llegar a un punto, un pensamiento cumbre, después cambias de idea o piensas algo distinto.
-¿Y si no cambias?, ¿si no puedes dejar de pensar en una sola cosa? Debo imaginar que por tu mente pasa todo, la luna de abril, el abrazador sol de agosto, el frío del invierno y las llamas del verano, la soledad del otoño y la amistad de la primavera; la alegría de los perros y la soberbía de los gatos, la...
-Vale cabrón, entiendo la pregunta, ¿a qué quieres llegar?
-Con los poetas pasa lo mismo, todo pasa por la mente. -Miró el horizonte una vez más, lanzó un suspiro -tomándose todo el tiempo del mundo, como si le eternidad existiera sólo para ello- y agregó-: hay una chica, en mi mente ella no pasa más. Ella se queda para siempre.

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