las estrellas brillando y en ellas
los ojos de mis ancestros cuidando mis pasos.
Bajo la vista y veo la tierra,
la tierra con el campo que no es santo,
y contigo santifica sus adentros
para que entre un muerto a tu lado:
Muerte, cuando llegues,
cuando me llegues no seas mala,
déjame antes verte a los ojos,
déjame ver tu belleza de catrina y
después, con todo gusto y tomado de tu mano,
llévame al eterno lugar donde habitas,
junto con todos mis seres queridos que
también me quieren, que me esperan
-deseando que sea lo más alejada mi llegada-;
En la calle miro al Xoloitzuintle y me pregunto
si me ha de guiar en mi viaje último.
Hoy, siendo el día perfecto para caminar sin rumbo,
sigo al hermoso animal y me sorprende,
y entonces ya no hay más casualidad,
y la casualidad entonces ya no existe,
más tarde vendría aquí donde me ha traído
este breve caminar bajo la guía del gran espiritual.
Tras una tumba desapareció el místico ser,
la tumba; era la tuya, amada mía.
Deje las flores que compré
gracias a la casualidad, la cual no existe.
Deje el pan de muerto que en las tiendas venden,
gracias a las fechas, a las fechas que concuerdan también con tu partida.
Tú, tu vida tan linda.
Yo, mi vida tan linda.
Nosotros, nuestra vida juntos,
terminada tan abruptamente a la mitad.
"el que no sabe de amores, llorona;
no sabe, lo que es martirio"
Me acostaré en esta tierra,
que es santa y te cubre hasta los huesos,
los huesos mismos que yo tocaba cuando
llegaba con mi cuerpo al fondo te tu sexo.
Ahora, en el fondo de esta tierra,
quiero conectar contigo,
y no tanto como te penetraba el vientre,
sino como en aquellas hermosas tardes de invierno,
que en la terraza tomando café, conversábamos,
mirando la puesta, como en el preciso momento
del ocaso mi mano tomaba la tuya, y entonces,
entonces los dos nos penetrábamos el alma.
¡Cómo me gustaría morir contigo aquí amor mío!
Pero no es mi tiempo, y tengo que seguir sin ti;
un día, cuando yo menos lo espere,
llegará por mí la muerte, y me llevará contigo,
al campo de la dicha y reposo, amor,
dónde sé que tú, con todos los amados por ti y por mí,
los ya fallecidos y por fallecer, estarás.
La vida es como una flor,
la vas despedazando en un eterno ver a Dios
y pensar: ¿Me quiere, no me quiere?
Entonces, en el último pétalo,
cuando el último soplo de tu alma
arranca, Dios mira a los ojos y dice:
Te quiero.
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