“Todavía
creo que nuestro mejor dialogo a sido con la mirada.”
-Mario
Benedetti.
Ayer, Samuel pensaba en... (Perdón, lo olvidé…
probablemente pensaba en la nada), pensaba en algo, las personas acostumbran pensar en cosas sin importancia.
Pero en realidad ya no importaba, lo que
Samuel pensaba ayer ya forma parte del ayer, del tiempo que no hace más que
marcar nuestro presente, y que con cada vivencia que nos dio fue formando poco a poco una parte
de nuestra personalidad, quizás lo que Samuel pensó ayer era demasiado
importante, por eso no le importo, porque su mente lo guardo en el sub-consiente,
porque a diferencia de la parte que podemos dominar el sub-consiente no olvida nada
aunque lo haga.
Hoy, Samuel quiere escribir, no es muy bueno,
a decir verdad es terrible haciendo eso (tanto así, que cuando escribe habla de
sí mismo en tercera persona bajo el nombre de Samuel), pero hace tiempo conoció
a una linda joven de cabellos rizados, a ella le gusta leer, a ella le gusta
leer con los marrones ojos que tienen tonto a Samuel.
No habla, teme, teme que al hablarle ella lo
ignore o lo mande a la chingada, pero aun así a decidido hablarle, ir a ella
con un poema y una carta y un chocolate y hablarle aunque suene tonto (y así va
a sonar, porque Samuel no es muy bueno para hablar, siempre que lo hace termina
diciendo incoherencias).
Un día le habló, era de noche, había fogata,
él la miraba… la miraba, la contemplaba igual que un fanático de la pintura a
un Picasso, un escritor un tintero y un pintor su lienzo en blanco:
perdidamente.
Fue la única noche en que le habló… (Perdón,
una vez más lo olvidé.) Samuel está un poco distraído, no deja de pensar en
aquella joven de emífera mirada y ojos cafés (¡cafés maldita sea!, con lo
adictos que somos al café).
Pensar en ella lo distrae, ya no sabe lo que
escribe, lo que piensa, ya no sabe nada, ya no sabe…
Pensar
en ella…
Lo
distrae…
-Sólo sé que no sé nada. –Estaba distraído,
Samuel podría jurar que Sócrates había soñado con está linda mujer de ojos
risueños y mirada tierna. Despertó distraído, Sócrates, el famoso y antiguo
sabio y filósofo griego no sabía nada. Definitivamente estaba tan distraído
como lo está el ahora (una mujer es mortal, puede distraer a cualquiera en
cuestión de segundos o incluso antes).
(De las cosas emíferas:
Ella…
La
distracción de Samuel…).
Le habló, por así decirlo, porque en realidad
ella habló primero, Samuel había hecho o dicho o hecho alguna tontería, ella
rió y lo había insultado, por así decirlo, era de esas veces que sólo se dicen para
seguir con el relajo, cuando ella había dicho lo que dijo, entonces fue cuando
él le habló.
(Perdón, el mundo da vueltas, Samuel está
mareado, no se concentra, ya no recuerda que siguió).
Pero en esencia hablaron de puras tonterías,
de cómo el cangrejo camina de lado y no de reversa como dicen todos, de que no
es inmortal, de que su color rojo se debe a que se la vive enamorado de… y
entre tantas y tantas bromas y tonterías a Samuel le gustaron algunas cosas; su
voz, con ella podía ser él mismo, sus ojos, el desinterés que su mirada le
hacía tener hacía el resto del mundo, su sonrisa, a Samuel le gustó estar ahí, ahí,
con ella.
-Ayer estaba comiendo galones de marihuana y
un perro me atacó y se llevo todo mi cereal. Así que para recuperar a mi hija (que
por cierto es adoptada), tuve que vender el resto del ganado que tenía en la
isla en la que naufragué hace mucho tiempo en medio del desierto ardiente de la
Antártida.
>>La próxima vez que mi hija se ausente
para ir a pescar en la sabana de Alaska por miedo a morir de calor y no capture
ni un jabalí, en lugar de ir a buscarla a las montañas de Uruguay , usaré el
dinero que salga de la venta del ganado de humanos bebé extraterrestres para visitar a mi tío el golfo en México
–decía Samuel muy decido, incluso parecía que creía que aquello tenia sentido,
él sabía que eran tonterías, pero estaba decidido a hacerla sonreír (y lo
logro).
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