jueves, 31 de diciembre de 2015

Del (feliz) año nuevo.

Ahí estás, las once le noche del día 31 de diciembre, esperando, ¿qué esperas?, no esperas nada pero estás, ahí, esperando, uno... dos... tres... y todavía son las once, !qué espera el tiempo que no pasa!

Como sea, decides pasar el tiempo de alguna manera, y como no puedes salir de la casa de tu amada tía hasta después de las doce y abrazar a todos y desearles feliz año, aun sabiendo que varias de esas personas no serán felices sólo porque ellas mismas  no lo quieren ser, porque pasarán su año estresadas por cosas sin sentido una y otra vez, se preocupan por cosas que tienen solución, a ti te parece idiota, tiene solución, no deberían preocuparse, pero pasa algo todavía peor con esas personas a las que tanto quieres pero, de alguna manera te parece tonto lo que hacen, se preocupan también por cosas que no tienen arreglo, cosas sin solución les quiebra la cabeza. Y luego que dicen que esto y que lo otro, pero no deberían atarearse la mente con esas cosas, es mejor dejarlas de lado, si no la puedes arreglar estar ahí es perder el tiempo.

Pero ahí estás, escuchando la conversación de tu mamá o tu vecina o las personas con las que estés conviviendo (conviviendo a medias, porque tu no intercedes a menos que sea completa y absolutamente necesario), y dos señoras más, son tres, inevitablemente hay al menos tres señoras conversando.

Aquí es cuando te das cuantas de todas las creencias y costumbres de la gente para año nuevo, tú, en realidad solo tienes la costumbre de comerte doce uvas y pedir doce deseos, en realidad, dudando que se cumplan, pero no puedes negar que te gusta mucho comer uvas, y porque desperdiciar la oportunidad de desear algo mientras te las comes.

Entonces pasa media hora, y no sabes cómo pero alguien ha preguntado por tu lista de propósitos. Y resulta que no tienes nada, aunque todos, fuera de ti que literalmente no has escrito nada, coincidieron en escribir que quieren viajar, que quieren un mejor trabajo, todos quieren tener más dinero para prosperar, pero resulta que ninguno viaja, que ninguno mejora de empleo sino que muchas veces lo pierde, y el que obtiene más dinero no prospera, sino más bien lo malgasta.

Y llega ese momento inevitable en la vida de un hombre, que cada año nuevo no hace sino recordarte que te haces más y más viejo. Y no te queda más que aceptarlo con una sonrisa en el alma.

A uno lo acusan de pesimista, e inevitablemente lo es, pero ante eso no te queda más que desearles a todos un feliz año nuevo.

Y yo, en lo personal y de todo corazón, te deseo a ti, mi querido lector, un año lleno de felicidad, no espero que se cumplan tus propósitos, espero que a lo largo del año vayas por ellos y los cumplas tu mismo, espero que vuestra felicidad sea tan grande como la imaginación.

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