Estaba
de pie en la entrada de ese lugar, indecisa de si entrar o no, ella tenía un
helado en la mano y un sueño en el corazón (un sueño del que hablaré después,
puesto que esta es otra historia). un joven, distraído, con un libro en la mano
la empujó, su helado callo, él levantó la vista y la miró, y ella lo miró a él,
“perdón” balbució, más para sí que para ser escuchado, o más bien como una
palabra que sus labios pronunciaban automáticamente cada que pasaba algo
similar, sin siquiera saber que lo había pronunciado, puesto que se había
perdido en la mirada de aquella linda muchacha con el vestido lleno de helado.
-Perdón
–repitió, esta vez consiente de sí mismo-, te invito un café.
Ella
asintió y ambos entraron a ese lugar que ella quería pero no se había decidido
quién sabe por qué.
Después
de una risas y un amor a primera vista (porque nuestra linda muchachita también
se perdió en la mirada de aquel joven), de un café y de risas, del amor
meramente fugaz de un solo día, del que nunca, ninguno de los dos, se iban a
olvidar, ella volvió a casa y él también. Sólo que cada quien se fue a su casa
y no juntos a seguir con lo que comenzaron.
Después
de ese día se conocían relativamente bien, se conocían de maravilla, se
contaron sus manías, incluyendo la manía que tienen de confiar en las personas
demasiado pronto y demasiado pronto confiaron el uno en el otro, (no digo que
fuera un error, pero eso a mí no me toca juzgarlo sino a ellos), platicaron de
cómo a él le daban miedo los payasos y ella los maniquíes, que temía ir de
compras porque pensaba que al desnudar un maniquí para probarse el vestido que
éste tenía puesto porque le había gustado despertara, saliera de ese sueño
eterno que tienen los objetos que nosotros creemos inanimados, (aunque para
ella, no hay nada más animado que un objeto que duerme y sueña y sueña
dormido), y con los ojos completamente rojos y llenos de ira, y una rabia
incapaz de controlar le saltara encima y la golpeara salvajemente hasta, ahora
si, ella quedara inanimada.
Un
espejismo aún sigue en su memoria (memoria que no deja de recordar aquel joven
que le tiró el helado a cambio de conocerlo), ella se enamoró de aquel
personaje con afición a la música de rock y al café cargado.
Y
su memoria lo sigue pensado…
Pensando…
Pensando…
Pensando…
Y
lo piensa hasta morir, y ya nunca más lo vuelve a ver, y murió por quererlo y
conocerlo un solo día. Y lo quiso por confiar en él cuando lo conoció y
demasiado pronto.
Que
ella juzgue si fue un error.
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