sábado, 24 de enero de 2015

Nudillos sangrantes

La represión es el suicidio... muy lento, por supuesto.

-Osho.

Es una bella noche, necesito pensar, o no pensar en realidad. Necesito subir a la azotea y no pensar, cuando es de noche, lo mejor es subir a la azotea y mirar estrellas. Subo, entonces, veo las estrellas y no pienso, sólo miro: una, dos, tres... me gusta contar las estrellas, hay dos formas de hacerlo, una: las que eres capaz de mirar. Dos: las que eres capaz de imaginar. La primera siempre te dará el mismo resultado: uno, dos, tres... Pero la segunda, la segunda puede variar según el imaginante, puede que no se llegue a imaginar ninguna, o que imagine un millón, o dos billones, o tres trillones según sea el caso, yo una vez imaginé tres trillones, pero contar esas estrellas una a una es imposible, contar estrellas una a una es una quimera. A mí me gustan las quimeras.

Finalmente decido que necesito desahogarme, golpear una roca, golpear sin pensar, uno, dos, tres golpes, y repetir uno, dos, tres golpes, pero esta vez gritar fuerte, con toda el alma, tomar todo el dolor que algún día reprimí y sacarlo en ese grito alto, fuerte, con todo el corazón, gritar hasta que la sangre fluya en mi garganta y llorar de rabia, de dolor, de alegría, de todos los sentimientos que alguna vez tuve que reprimir en mi pecho. Preferiblemente de dolor, siempre es mejor llorar de sufrimiento, las lágrimas son más dulces, más sinceras y vienen de lo más profundo del alma. Después de llorar quiero mirar la roca y ver como ninguno de mis golpes le ha dolido, quiero odiarla con toda el alma y suplicar a dios que me permita tampoco sentir dolor. Me gustaría tomar mi ira y el resto de mis sentimientos hechos caos en mi interior para golpear con ellos a la maldita roca sin importarme si siente o no siente. Golpear tan fuerte y tantas veces que la sangre comience a salir de mis nudillos pidiendo clemencia, y el lugar de detenerme gritar otra vez, más fuerte todavía, hasta que mi grito quede ahogado en mi afónica garganta y la sangre manche mi rostro.

No importan mis nudillos rotos, ni mi carne deshecha sin piel, ni dueño, ni vida, ni muerte. Seré ira liberada y romperé mis venas para morir desangrado. Necesito morir liberando el dolor, siempre duele tener que tragarte tus propios sentimientos, yo ya me harté.




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