miércoles, 14 de enero de 2015

Una bala o la mierda que traigo en la cabeza (II)

"Tenía ganas de llorar, pero las lágrimas no venían, era como si estuviera helada por dentro y por fuera, totalmente seca y helada".

 -Lorena Amkie. 

No tenía ganas de hablar con nadie, seguramente por eso el universo aprovecho y me puso a prueba. Se acercó a mí y me habló, me preguntó que tenía, era él, verdaderamente él, no lo estaba alucinando, maldita mierda, he pasado la vida esperando a que me hablara y ahora ésto, esto de estar triste cuando lo hace, no demasiado, lo suficiente para no disfrutar su masculina voz, su voz tranquilizadora y comprensiva que me preguntaba que tenía, debía responder, lleve mis manos al rostro para limpiar las lágrimas que me escurrían por las mejillas y nada, absolutamente nada, mi rostro estaba seco, más que seco incluso, yo esperaba un oasis y no encontré más que un desierto sin palmeras ni agua ni desahuciados. "Nada" quise responder, pero no podía, era evidente que tenía algo y estaba triste. "Tengo frío" -dije. Sonaba muy estúpido pero no sabía que decir. Él se puso de pie, supuse que se marcharía y no podría culparlo.

Es horrible sentir que se pierde aquello que más se quiere y tener esa extraña sensación de que se tuvo entre los brazos y pudo quedarse ahí pero no lo supiste retener, pero retener sin obligarlo, no, eso es lo más estúpido que ha hecho la humanidad, sino convertirte en lo él más adora y que no se quiera separar de ti aunque pueda hacerlo. De todas formas ya era tarde para mí, él se iría para no volver, yo estaba segura de ello... Pero no se fue, no se paró ni me miró en forma de rareza humana, en lugar de eso se quitó el suéter y me lo ofreció, y me invitó un café... fue mágico, tan maravilloso que pensé que soñaba. En la cafetería estaba nerviosa, me temblaban las rodillas, parecía que tenía un terremoto catastrófico en cada pierna, me abrazó y susurró al oído: "sé que tienes frío, pero gracias por venir", ahora valía la pena vivir con este frío.

 Dijo que era su café de siempre y que llevaba días queriéndome invitar, pregunté porque no lo había hecho -Voy al baño -dijo él. Dejo dinero en la para pagar a su regreso. Pero ya no regresó. Vi llegar una ambulancia y entrar al baño a los paramédicos, salir con un cadáver y una nota y la colilla de un cigarro. Dije que venía con él y me entregaron su nota de suicidio, en esencia decía que me amaba pero temía decirlo y prefirió morir.

 Quise morir también, ir con él a la eternidad y en carta de suicidio decir eso, pero no, no lo hice porque la gente pensaría que lo nuestro fue amor como el de Romeo y Julieta, y a decir verdad, no soy fanática de William Shakespeare.




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