domingo, 10 de agosto de 2025

La visión del rey II

La visión del rey I


 Claudio se encontraba en el altar, esperaba nervioso la llegada de la reina, seguía preguntándose si aquello era correcto, si tomar la mano de la reina viuda no era premiar su capital pecado de darle muerte al rey y hermano, si de verdad era el fin justificante de los medios, si de verdad estaba haciendo un bien al reino. Su mente era un constante ir y venir de pensamientos intrusivos que, de hecho, no servían ya de nada, la culpa era una ingrata inútil pues sin importar cuánto pudiera arrepentirse, no cambiaría el pasado, todo lo que estaba hecho, hecho estaba.

Pero resulta que dios es algo caprichoso, las trompetas sonaron y Gertrudis entró en la iglesia del palacio, se veía tan hermosa como la más bella de las reinas del mundo, y recordó cuando entró, por primera vez a su primera boda, recordó como por un instante se imaginó a sí mismo, en el altar, esperando por ella, por un instante deseo que su hermano no existiera, deseo haber sido él el primogénito de la familia, y a pesar de los horrores de estar siempre en temas políticos, poder desposar a su amada… Ahora, era él quien la esperaba en el altar, y Gertrudis seguía siendo la mujer perfecta, cuando apareció su imagen todo pensamiento se puso en pausa, la felicidad y la plenitud le llenaron el alma, tal vez todo era parte de un plan divino más poderoso que ellos, tal vez ya estaba escrito que su destino era acompañarse por la eternidad, tal vez su primera infancia juntos, la confianza y cercanía que cosecharon cuando niños, no era cosa de la casualidad sino del destino. Tal vez dios vio cómo le guardó respeto y amor toda la vida y había movido sus hilos para que estuvieran juntos. Miraba a Gertrudis acercarse, un paso a la vez, al altar, y ya nada más importaba.

Había pasado poco más de un mes desde la muerte de su hermano, esperaba que, a pesar del luto, respetable y entendible, el príncipe Hamlet se mostrara un poco más amable, pero durante toda la celebración pareció molesto, y la sonrisa en su cara se notaba forzada, tampoco quiso elevar copa ni proponer brindis en honor del nuevo rey ni de la boda se madre, y su actitud fue la mínima de cortesía que ameritaba la educación de su posición en la nobleza. Después de marcharse los invitados, Hamlet renovó deseos de volver a sus estudios en Alemania, nuevamente, los reyes suplicaron su permanencia en el reino, cosa que tuvo que acatar como decreto, haciendo saber que era en consideración de su madre solo, y de ninguna manera por complacer al rey.

Laertes, hijo de Polonio, que había viajado para hacer presencia en la coronación de Claudio, también solicitó volver a sus estudios, en Francia, y tras consultar a su padre el rey le autorizó partida.

Su primer acto como rey fue enviar carta con real sello al monarca noruego, haciéndole saber que, con esta boda, siguiera en pie su trato de audiencias pasadas, y expresándole preocupación sustentada en alarmantes rumores sobre el actuar de su sobrino Fortimbrás, para que tomase medidas pertinentes en lo que ahora a él, le competía.


La visón del rey III

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