Los
comediantes llegaron al amanecer y Hamlet, aunque falto de cordura se mostró
más alegre que otros días, la reina y el rey estaban contentos de sus deseos de
presentar una historia, tal vez todo lo que necesitaba era soltar entre cómicos
y risas un poco del lastre que le mantenía el espíritu en tan vil melancolía.
La
presentación tuvo lugar en un gran salón real esa misma noche, muchos de los
nobles del reino fueron invitados, la reina, tal vez por la alegría de que Hamlet
mostrara mejoría, estaba tan bella como hacía mucho tiempo no lo estaba, el rey
estaba expectante, el príncipe creció entre libros y poetas, vio muchas obras y
se preguntaba si mostraría algo nuevo o alguna de su predilectas, si había
vuelto a poner los pies en la tierra o si había pedido a los cómicos presentaran
alguna función sin valor, como quiera, había invitado a los nobles, para que
Hamlet viera, si le quedaba un poco de cordura, que su voz sería escuchada, y
todos le daban valor.
Para su sorpresa,
la obra no carecía de sentido, pero fue peor, tuvo una naturaleza oscura, que
no hacía sino señalar de asunto supuestamente olvidado, se presentó la muerte
de Gonzago, pero con modificación de diálogos y acciones agregados
abrumadoramente exactos, los personajes principales, se convirtieron en reyes,
y siendo el rey y la reina enamorados, durante un paseo por el jardín, la reina
se va para que el rey pueda descansar y este se queda dormido a la izquierda
del roble, otro personaje entra en escena y vierte veneno en su oído. Al rey le
pareció un apuesta impropia con el luto del antiguo rey aún en el corazón de Dinamarca,
miró a Hamlet, que tenía la mirada clavada en su rostro, una mirada penetrante,
una mirada no de loco ni desconcertada, sino desafiante. El rey detuvo la obra,
se disculpó con los presentes y se retiró con la reina.
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