Al amanecer del día siguiente a la boda algo había cambiado en Hamlet, se notaba visiblemente perturbado, su actuar era errático y su hablar, a pesar de ser fluido, no era del todo claro, muchas oraciones eran carentes de realidad, como si su pensamiento, de la noche a la mañana, hubiera viajado a un mundo ajeno al que habitaba el resto del reino.
Tras
algunos días de infructuosos intentos de la reina, el rey y Polonio de encontrar
el motivo de la curiosa actitud del príncipe, llamaron de Alemania a quiénes
allá, durante su estudio, fueron sus amigos. Llegaron a la brevedad y se
mostraron dispuestos a ayudar a descubrir aquello que pesaba en el alma del príncipe
y amigo.
Polonio
dio noticia al rey de que los embajadores enviados a Noruega habían regresado
con ánimo alegre y buenas nuevas del monarca extranjero, la diplomática relación
entre los reinos parecía rendiría frutos. Además, compartió noticias sobre lo
que él sospechaba, era el motivo de la locura última de Hamlet, que se pensaba
era el luto de su padre y la pronta boda de su madre, comentó que puede que la causa
no fuera otra sino la causa más antigua de todas las locuras, la inferencia
ante su amor ardiente. Comunicó a los reyes, como el príncipe había pasado tiempo
basto desde su regresó al reino con su hija Ofelia, y que días atrás, corroborando
su sospecha, habló con ella, que le compartió como durante esas horas de compañía
el príncipe le había expresado admiraciones miles, e incluso, obediente le
entrego una carta de las bastas que el príncipe le había entregado:
«duda del
sol radiante, del rayo y de su fulgor, duda de fe constante, pero nunca de mi
amor. ¡Querida Ofelia! Mala maña tengo de hacer estos versos: no poseo el arte
de medir mis quejidos; pero creo que te amo más que a nadie, tú, ¡la más digna
de ser amada! Tuyo siempre, Hamlet»[1].
Polonio explicó
que le hizo ver a Ofelia que la cuna de Hamlet era de posición superior a la
suya, y que no debía ni pasaría jamás unión en ellos, por tanto, no debía
admitir halagos ni recuerdos. Tras la escucha del consejo de Ofelia, y su
resistencia a Hamlet, este sucumbió, en suma, con las otras situaciones en su
vida, a la pena y la locura.
Concretaron
pues coordinar un encuentro “casual” entre Ofelia y Hamlet en la galería, para desde
un escondite, presenciar tal.
Al
anochecer fueron a presencia del rey los dos amigos, confirmando que se comportaba
muy extraño el príncipe, pero no habiendo descubierto el motivo que causaba su
trastorno. Informaron que deseoso estaba de coordinar una presentación con una compañía
de comediantes.
Después,
escondidos durante el encuentro dicho, Hamlet mostróse indiferente ante la bella
Ofelia, descartando así la congoja del amor como perturbación del alma.
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