miércoles, 4 de febrero de 2015

Sobre La Faz Del Universo

Conocí a alguien, imaginen a la niña más hermosa, dulce, linda, irremediablemente bella sobre la faz del universo, retengan esa imagen en su mente unos minutos, ella, mi niña, es más hermosa, dulce, linda e irremediablemente bella que quien imaginaron. Y sé que imaginaron bellezas sublimes, dignas de estar en un museo o dos, de pintarlas y mandar a la chingada a la mona lisa y admirarlas a ellas, pero mi niña es aún más, no sólo arte, es la esencia misma de la belleza, del corazón del hombre, es de esas mujeres que te matan con una mirada de amor, de coraje, de tristeza, de esas mujeres que te matan con cualquier mirada, y lo hacen porque la mirada viene de sus ojos, y cualquier mirada de unos ojos como los suyos te matan y hacen sentir vivo, te hacen sentir como el amor fluye por venas hacía el corazón, el amor, ese veneno que su mirada te inyecto en el interior, incluso de tu alma sin que tú te dieras cuenta, pero dejas correr ese veneno, no te quieres cortar las venas, no quieres que el veneno salga de una herida como líquido espeso, parecido a la sangre, y te haga recordar esa mirada, así que lo dejas, y el amor en tus venas es como el río que fluye, que corre y va alimentado al sediento viajero en el sendero. De esas mujeres a las que miras y mueres en sus ojos sólo porqué sí, porque así lo quiso Dios, porque parece que Dios tomo un pedazo de tu costilla izquierda al dormir y la creó para ti, para ti y para nadie más. Todo esto me pasó cuando la conocí, la miré a los ojos y morí.

Me enamoré, y lo hice perdidamente, yo sabía que no podría recuperar mi vida sin ella, pero aun así decidí quererla y lo hice, la visitaba diariamente, todos los días, iba a su casa sólo para verla, sólo para decirle lo bello de sus ojos grises, lo mucho que amaba su sonrisa, lo maravilloso que era despertar en la mañana y saber que ella existía, que estaba ahí, despertando, esperando la hora de mi visita diaria, iba a su casa sólo para decirle que cuando sonríe, el universo se estremece, tiembla - al igual que yo-, y tiembla de amor, de amor por ella, de amor tiembla y de amor por su sonrisa, que emífero que tiemble de amor el universo, que emífero que tiemble de amor por ella y por su sonrisa, risueña e inocente, que emífera esa sonrisa que enamora al firmamento, y que me enamora a mí.

Jamás deje de pensar en ella, aún la pienso cuando como chocolates, cuando camino por la calle y de pronto, sin previo aviso, escucho su nombre y volteo a todos lados y sin más, descubro que la voz venía de mí, de mi  cabeza, y que otra vez la estoy pensando.

Maldita sea que aún la quiero.
Que aún es todo para mí.
Que escribo todo y me quedo corto, porque lo que ella es para mí,  es infinitamente mayor a todo y a todos.

Recuerdo como la perdí, ¿tienen la más remota idea de que tan linda era? Un idiota la tenía, y ella lo prefirió a él.

Él, después de algunos meses le fue infiel, ¿quien se cree ese bastardo para hacer eso, para engañarla a ella?, ella es lo más hermoso que cualquiera podría haber encontrado en todas sus vidas y le hace eso.

Me gustaría tomar un bat y golpearlo en la cara hasta romper su nariz y verlo sangrar, y luego golpear su torso una vez o dos, después sus extremidades, una por una y hacerlo sufrir como sufrió mi niña, volver a golpear su torso y romper un hueso de su costilla izquierda,  del mismo lugar del que estoy vacío desde Dios -si es que existe-, tomo mi costilla y la hizo mujer y se la llevó él, y que no sólo se la llevó, sino que no tuvo la decencia de hacerla feliz.

Yo lo hubiese hecho todo diferente, yo la hubiese llevado al parque a recostarnos en un árbol viendo las nubes, tomados de la mano, viendo las nubes y poniendo formas, tomados de la mano, jamás habría soltado su delicada y frágil mano.

La habría llevado a tomar helado al hacer calor,  a tomar café en días nublados, cuando el viento sopla y hace frío,  la habría mirado a los ojos por siempre, la habría visto sonreír, la habría visto a los ojos tomando su mano, acariciando su mejilla, acercándome a ella de a poco en poco, habría apartado su cabello con cuidado y susurrado suavemente en el oído, "te quiero", ella se habría ruborizado, habría bajado la mirada y reído, con su tenue y linda voz, yo habría llevado mi mano a su mentón, le levantaría el rostro, la vería nuevamente a los ojos y la besaría tranquilamente, despacio, tendríamos el mundo sólo para nosotros dos.

Y sobre todo, la habría hecho feliz.

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