martes, 30 de junio de 2015

De Cuando Te Hablé Por Primera Vez.

Amo tu sonrisa.
Amo la sonrisa que tu rostro tenía la primera vez que yo te conocí, aquella vez que no me animé a hablarte, en aquella ocasión es que no me acerqué a ti y no te dije nada de lo quería decir. Que no me atreví a decir nada de lo quería decir.

O aquella sonrisa de la primera vez que (por fin) te hablé.
Te veías triste, estabas sola, estabas sola y te vías triste (sin mencionar lo emíferamente bonita que te miras siempre) y estabas sola y triste y sola y suspiré, y suspiré y cerré los ojos y respiré profundo y hondo y me armé de valor y me acerqué a ti, esperanzado de no acobardarme al último momento, aunque lo hice. Me acobardé al último momento.

Caminé a ti, tu mirabas triste y fijamente con los ojos extraviados del mundo al suelo, queriendo no tener que apartarlos de ahí jamás, nunca hasta la eternidad.

(Mirar el suelo cuando estás triste suele ponerte más triste de lo que ya estás, y peor, porque estás triste y mirando al suelo y sin poder escapar de la tristeza).

Cuando estaba a punto de llegar a ti tú me miraste, de la nada, sin indicios de que eso fuera a suceder, tu mirada se apartó del suelo y vino a mí, fue ahí donde tuve miedo, donde decidí volver.
Cerré los ojos, suspiré y me di la vuelta.

-Espera -y tu voz era hermosa.

Pero claro, era una emífera condena, porque esa palabra quería decir que debía abstenerme de mi retirada, retirada meramente estratégica, lógicamente debía replantear la situación en mi cabeza. Pero ya era tarde...

Otra vez un suspiro.

Nuevamente cerré los ojos (hay algo mágico en cerrar los ojos y pensar en momentos como ese) tomé valor y me volteé.

-¿Querías decirme algo? -hiciste esa pregunta con una profunda tristeza en los labios. Con una profunda tristeza en el alma.
-No, en realidad sólo quería saber como estás.
-Ah... -dijiste, con tanta melancolía que me destrozó el corazón y me destrozó el alma y me destrozaste tú.

Dudé un momento, otra vez un suspiro (es sorprendente lo mucho que me haces suspirar)... otra vez tomé valor al cerrar los ojos. Me senté junto a ti. Tomé tu mano en silencio.
Te volviste hacía mí, "es el fin", pensé, una pequeña sonrisa en tus labios.

Nuevamente bajaste la mirada...

El tiempo pasó, no nos soltábamos las manos, mi mano te daba consuelo, te hacía sentir que había alguien ahí para ti y así era, yo estaba ahí para ti y en mis planes estaba seguir ahí el tiempo que fuese necesario.

De repente, en un movimiento  más abrupto de del que hubiese esperado en una situación así; soltaste mi mano y me abrazaste, y echaste a llorar en mi hombro derecho.

Yo también te abrace, mis brazos rodeando tu cuerpo te hacían sentir protegida (y es todo lo que yo quería, protegerte, protegerte de la tristeza y cualquier sentimiento similar), como si ya nada importara sino llorar, desahogarte, porque en mis brazos, porque a mí lado no era necesario ocultar tus sentimientos, no como con tus amigas  de las que habías huido hacía un rato y ahora te espiaban desde una esquina.

Y acaricié tu pelo, besé tu cabeza y apreté mi abrazo. Tú dejaste de llorar, y parecías feliz, a mí me pareció que todo lo que necesitabas era desahogar toda esa pena que puede acumular una persona. Te pusiste de pie dispuesta a irte y me diste la espalda, y justo antes de emprender tu marcha escuchaste una ahogada voz que salió de mi boca.
-Espera.
Volteaste en silencio, esperando que yo tomará la palabra.
-Antes de irte quería pedirte un favor.
-¿Cuál? -"¿cuál?", yo me hice la misma pregunta. Pero recordé que yo quería lograr algo cuando me acerqué, y después de lo que acababa de pasar era imposible que te negaras.
-Quiero pedirte que sonrías.

                                               Y así fue.
                                                                Y fue algo hermoso.

Algo ese día me dijo que no debía quererte.
         No me importó.
               Ante eso yo solamente te quise más.
                        Y no me arrepiento de haberlo hecho y seguir haciéndolo.

jueves, 11 de junio de 2015

Perdón, Te Quiero Demasiado.



Perdón, sé que soy un idiota, imbécil, mal nacido,  estúpido, tonto hecho de mierda.
Perdón por lo que hice, hago, haré y después de eso, porque este maldito desgraciado infeliz hijo de perra que te escribe ya no tiene solución ni arreglo alguno.

Pero aun así te quiero.

Y te quiero mucho, y te quiero demasiado y más, y más que demasiado, y demasiado es poco, y más que demasiado, tanto, que decir que demasiado poco en realidad es poco, y menos que poco, así de más de demasiado es que te quiero.

miércoles, 10 de junio de 2015

¿Has escuchado tu voz últimamente?

¿Has escuchado tu voz úlimamente?

Tienes una voz hermosa, una sonrisa llena de beldad, tu cabello huele a cielo. ¿Has olido alguna vez el cielo?... toma tu cabello y llévalo a tu nariz... aspira.... grava ese aroma en tu memoria, a eso huele el cielo.

Ahora cada noche me das una especie de insomnio, no dejo de pensarte.

Cada noche, para ayudarme a dormir cuento borregos saltando una cerca, no soy pastor y sólo tengo diez borregos. Y una vez que terminan de saltar, los hago sentarse en el pasto y les cuento de ti.

En ese momento, las voces de mi cabeza, de mi cabeza malditamente esquisofrénica se callan, porque les interesa oír hablar de ti y yo les hablo y  ellas se callan y escuchan, y escuchan sobre ti porque sobre ti les hablo, y escuchan fasinadas y me dejan dormir porque creen que el oír de ti de viva voz, de la persona que atormentas día con día es suficiente. Y el en ti a cada momento y segundo me pasa a mí, le pasa a mis voces, y le pasa a mis corderos. Y el pensar y hablar, hace que el mundo deje de importar cuando estas en mi cabeza, que por cierto es muy a menudo.

Te quiero a pesar del invierno, a pesar de ti, a pesar de mí, a pesar de ti y de mí y de ambos o ninguno o todos o solo nosotros dos o los dos en su manera individual y loca y maldita.

Y después de esta mierda, ¿quieres leer algo bonito?.... Tu ojos.

lunes, 8 de junio de 2015

La felicidad es un cristal

Algo de mis convesaciones con Jenell:

Jenell- Una vez escuché a alguien decir que la felicidad es como un cristal, y como un cristal se rompe pronto, ¿tú crees eso?
Yo- Sí, creo que la felicidad es como un cristal, y no es que se rompa pronto, es que hay personas que no saben cuidar dicho cristal, mi vecina por ejemplo, lleva 10 años con las mismas ventanas, es infeliz, pero una prueba contundente de que un vidrio puede durar mucho tiempo si se sabe cuidar.

J-Hay que saber cuidar el cristal.

Y- Sí, y en este momento tú eres mi cristal. Y voy a hacer todo lo que este en mis manos para cuidarte.

Quise decirle también que iba a hacer todo lo que estuviera en mis pies y en mi boca y en el resto de mi cuerpo, que para cuidarla haría lo posible e imposible y más y aún más que eso. Pero preferí no hacerlo, no decirlo, preferí callar un poco y seguir apreciando la puesta de sol que se acostaba a descansar frente a nosotros, que con la mirada fija en el crepúsculo y las manos entre lazadas tomábamos café y nos queríamos el uno al otro.

Jenell bebió de su café, se volvió a mirarme, acarició mi mejilla izquierda con la yema de sus dedos y en silencio y sin decir palabra, acercándose lentamente a mí, me besó. Después me miró a los ojos y en un tono dulce y suave pero lleno de esa convicción que ella tiene para decir y hacer lo que en verdad desea me dijo: "Yo también voy a cuidarte." Y supe que todo estaría bien, que este cristal de felicidad mutua entre ella y yo sería atacado por lo que se ataca a un cristal, los bandalos intentando rayar en su sonrisa, para eso tendré lista una franela y limpiaré y puliré su felicidad lo más que pueda todos los días de mi vida y de la suya como sé que ella hará conmigo. De los inocentes niños que no saben lo que hacen al lanzarle piedras al sus ojos cristalinos, de las estúpidas personas que con toda la intención de su estúpida existencia tratarán de fracmentarla, y a veces llorará, ella o yo, y una fisura imperceptible para el mundo aparecerá allí, en nuestro vidrio, pero yo lo sabré, Y en lugar de darme por vencido en el cuidado de aquella felicidad, que a cada fisura se hace más frágil, tomaré aquello como señal que debo de cuidar aún más nuestro cristal. Y lo haré, y ella lo cuidará conmigo.

lunes, 1 de junio de 2015

Insomnio De La Noche/Madrugada Del 29/30 De Mayo.

A veces me pasa que te extraño inadvertidamente, por ejemplo, y por decir algo cuando juego Rayuela, cunado la leo, cuando la estoy leyendo o cuando la estoy jugando, o cuando la estoy leyendo mientras juego...

Y entonces me levanto de la silla y salgo a caminar, y tomo de la mano a la primera persona que veo, y si es hombre me manda a la chingada, y si es mujer lo mismo en ocasiones. Pero en ocasiones no, en ocasiones sólo me toma fuerte de la mano y pienso: "su alma esta sufriendo, necesita compañía", y caminamos de la mano, y de la mano de esa extraña te extraño una vez más inadvertidamente, y recuerdo que por tu recuerdo la había tomado en primer lugar, y volteo, e igual que tú tiene los ojos color café, y la mirada perdida en su propio mundo. Igual que tú es una belleza de mujer, igual que tú merece ser feliz; pero no eres tú y estar ahí con ella tomado de la mano sólo me sirve para extrañarte más y más hasta la eternidad... y después de eso todavía más y más. Además yo soy tuyo, y al estar ahí te extraño, y no eres tú yo soy tuyo, y te extraño y no eres tú y yo soy tuyo, y yo soy tuyo al extrañar y no eres tú, y no eres tú y yo te extraño y soy tuyo y te extraño mientras soy e ti, y me doy cuenta que no eres tu al extrañarte, al extrañarte mientras soy tuyo, tuyo, tuyo de ti y de mí, y de ti, y de este extrañarte insoportable que me invade cada vez que no estas y  que no estoy y que no estamos.

Y me largo de la misma sorpresiva manera en que llegue.

Y vuelvo a casa mientras pienso, y entonces decido que voy a quererte para siempre, digamos que hasta mañana, o hasta ayer, o hasta siempre jamás por la eternidad perdida.

Decido que voy a quererte como nadie te ha querido o te quedrá, como ningún hombre y ninguna mujer han querido nunca a nadie ni a nada, como ningún poeta a querido a su Jenell, como Sabines no quiso a su Chepita ni el principito quiso jamás a su rosa.

He decidido que voy a quererte por siempre, por siempre y un día más, para todos lo días de mi vida y de la tuya.

Ahora tengo el corazón hecho pedazos, cada pedazo es capaz de amar de la misma manera ridícula que es capaz un corazón completo, podría repartir de un pedazo por personas entre tantas y tantas que ya no puedo ni contar aunque este dormido, pero en cambio, tengo apartado cada espacio para ti, uno para cada día en que te he conocido, para cada momento y lugar que he vivido y muerto a tu lado, para cada instante en que te he morido,, te quiero así, con mis falta de ortografía, ¡Si estás tú, al carajo la gramática!

Cada momento de muerte un corazón,
cada momento de vida un corazón,
tengo esperándote una eternidad de corazones rotos.