jueves, 21 de abril de 2016

Del Olvido.


-Olvídate de mí -dijo ella, con el profundo café de sus ojos al borde de las lágrimas.

-¿Por qué quieres que te olvide? -pregunté yo, como ha de suponerse, mi desconcierto era grande.

-Lo mejor es que me olvides, la decisión está tomada.

Dudé un momento de lo que había escuchado, sus incoherencias jamás eran tan tontas, ella siempre se reservaba una pizca de cordura en cada tontería.

-¿Quién te crees tú para decidir por los dos, por ti y por mí, y por mi olvido, el olvido es mío, tengo más derecho yo a decidir sobre él.

-Cabrón -era tan linda insultando, ella siempre se reservaba una pizca de dulzura en cada una de sus injurias-. He dicho que me olvides, es lo mejor para ambos.

Y la olvidé.

Hace unos días la vi de nuevo (quiero suponer que era ella).

-¿Acaso me has olvidado?

-Ha de perdonar usted, señorita de faz presiosa e insomnio en la mirada; la memoria de éste pobre caballero, pero de haberle conocido, así es, yo ya la he olvidado.

-Quizás yo pueda ayudarte a recordar, yo soy aquella a quien jamás conociste, aquella a la que jamás le dedicaste prosas ni palabras de amor. Aquella joven que vive en el pasado, sin ansia alguna de conocer la vida en un futuro. La joven con la que nunca estuviste en ningún lugar y ya no recuerdas.

Yo estaba ahí, escuchando cada palabra de aquella, tan hermosa joven de faz presiosa e insomnio en la mirada, y ella, sabiendo que escuchaba, seguía su tan poético discurso:

-La que se olvido de sí misma y de ti (esto no lo dijo, pero se había olvidado más de sí misma que de mí, y aquí fue cuando comprendí, que ella y yo debíamos de estar juntos). Yo soy aquella por la cual jamás has de sentir nada. Porque he de lastimarte, te romperé y te dejaré el corazón -de seguir entero- hecho pedazos. Aquella... -perdió el aliento, realmente tenía mucho guardado en el pecho o en la mente o en la boca o en la lengua o dónde sea, pero debía sacarlo, y estaba ahí, y lo haría-.

Lo lamento, he olvidado el final de su discurso. 

Terminó ella de hablar, yo comence con mí respuesta, no importaba quién era, la había encontrado, nuestras vidas se cruzaban nuevamente, y no podía dejar que se escapará de mis manos.

-Joven, a la que no obstante me gustaría conocer, aquella a la que no he, pero podría dedicarle prosas y palabras. Tal vez no quiera hacer que olvide su pasado, pero pueda mostrarle lo lindo que puede llegar a ser (no tanto el futuro) el presente. Esa joven con la nunca he estado en ningún lugar conocido, con ella, todos por conocer, a la que ya no recuerdo, pero que en mi mente puede volver a nacer. 

 Ella estaba ahí, escuchando cada palabra de este, tan funesto joven de faz morena y suelos en la mirada (suelos, porque la mirada siempre indicaba una caída), y yo, sabiendo que escuchaba, seguía el (ahora mío) tan poético discurso:

-La joven que debe recordarse a sí misma, no tanto a mí, conmigo otra historia a de venir. Aquella joven que fue marcada por el destino para que jamás apreciase ni sintiera nada, pero véame aquí, desafiando al destino (sería sencillo si lo desafiara a mi lado). Aquella con la que me sentiría honrado salir lastimado. Aquella, -dije para concluir- con la que crearé un nuevo final. 

Ella penso un momento, se quedo ahí, inmóvil, podría juarar que en sus ojos podía reflejar sus pensamientos.

-Me mueven tus palabras y me desafían las letras. 

Ya lo había decidido, la joven que tenía frente a mí, la de la faz preciosa e imsonnio en la mirada, me tenía fasinado, imaginar las palabras en su mente, conocer cada una de sus letras, convinar está vida con literatura viva. No cabía duda, ella estaba hecha para mí.

>>Por favor basta, detente. Quizá a ti no importaría salir dañado. Pero ¿qué hay de mi? Quizás está historia me terminará de destrozar. Estoy hecha añicos. No quiero arrastrarlo aún infierno al que usted (la perdía, paso de hablar de tú a decir usted, ¿qué se hace en estos casos?) no ha de pertenecer. Por que más allá de lo que piensa estoy jodida de mil maneras...





-Tener el corazón roto es una buena señal, quiere decir: qué hubo algo -Respondí, eso lo había leído alguna vez en alguna parte, no en un libro, tenía una autora (estoy seguro de que es mujer), pero no de un libro, una red social, creo.)

-No lo sé... -esa fue su respuesta.

-Qué opinas, ¿quieres ayudarme a morir un poco más? -esa fue mi pregunta. 

-Quiero que seas feliz. No me permitiré lastimarte. 

-Pero, ¿qué es la felicidad, si no es con vos? 

-Felicidad... Por favor Alfonso (ella sabía mi nombre, creo que sí, alguna vez debimos conocernos en el pasado lejano, distante y remoto.), no quiero hacerte daño. No otra vez. He dañado a demasiadas personas. Y no quiero que seas una de ellas. He pedido tregua y redención. No puedo mantener un cariño que sea estable. 

-No necesito que lo hagas, pero quiero saber que me quieres (como estoy seguro que lo haces), quiero saber que soy importante para ti (como estoy seguro que lo soy), quiero saber que por esto que sientes por mí cuando me escuchas y cuando me piensas (por que estoy seguro que me piensa) lo vas a intentar para estar conmigo. 

-No quiero. No te quiero. No siento nada cuando te escucho. Detesto lo que me hablas. Aléjate ahora, antes de que sea tarde. 

-Eres tan linda cuando estás en negación. 

-No lo intentaré. Estoy cansada. No quiero intentar, no quiero llenarme de falsas esperanzas de algo que no sucederá. Deja de decirme esas cosas. Olvidate de esto. Quita esa idea de tu mente. Yo no soy para ti. Y tú no eres para mi. Por favor. Tú eres el único que podría entenderlo... Por favor... No quiero morir... No de nuevo...

La soledad en sus ojos, yo conocía esa desdicha, esa desesperanza me la había cruzado muchas veces antes, en un artefacto de brujería, espejo, le llamaban.

-Soy el único que lo entiende, y es por eso que soy el único hecho para ti, no morirás, no de nuevo, y serás como un Fénix, yo su llanto, he de llorar en ti, sanaré tus heridas y resurgirás de las cenizas, yo seré como el corazón de la tarde cuando todo acabe, y palpitaré tan lento como un bisonte en
agonía1, pero volveré a vivir, como tú lo harás también, como yo te ayudaré a hacerlo. 

-No, no lo harás. Ya lo han intentado. Me han prometido y dicho todo lo que cualquiera podría prometer y decir.. Por eso es que no lo haré. 

-No te han dicho lo que yo, sí quieres, terminarás por intentarlo, porque no importa lo arrogante que esto suene, jamás te habías encontrado a alguien como yo. No deberías negarte a algo que añoras con toda el alma. 

-No lo voy a intentar. 

-Estamos jodidos entonces. -Y lo estabamos, porque en ese momento entendí, que ella había vuelto a elegir por los dos, aún no sabía, de dónde le venía ese derecho, pero así había sido, y ya no podía hacer nada. 

Aquí, en este preciso punto donde estoy parado, estaba parado aquel día, aquí, en último sol de la última tarde, vi alejarse la silueta de aquella bella y hermosa joven de faz preciosa e insomnio en la mirada.

1 Alusión al poema el corazón de la tarde de Sinué Félix.





jueves, 14 de abril de 2016

Detallistas hay muchos.


-Soy detallista -dije yo.

-Detallistas hay muchos, ¿no tienes ninguna otra razón por la cuál deba estar contigo? -Su pregunta fue dura y agresiva.

Dudé un segundo.
-Hago bien rico el amor. -Fue mi arrogante respuesta...



.

.

.

-Será ocasional -dijo al fin, después de sorber su café, café que le llevé a la cama, no por detallista. Ella no podía ponerse en pie.