jueves, 30 de julio de 2015

El Águila Sangrienta



Después de esto yo sabía lo que venía, los dioses, jamás me atrevería a ofender a los dioses.
Yo no sé porque pronuncié aquello. No elegí las palabras… sólo… las dije.
Como si los dioses las hubiesen elegido para mí y mi destino. Ahora no me queda más que aceptarlo como buen guerrero. Como todo aquel que merece la gloria, porque el castigo que me sobreviene muchos lo ven como una tortura, pero yo lo veo como una verdadera oportunidad de mostrar la fuerza de mi alma. No los voy a engañar, preferiría mil veces no tener que pasar por esto, pero ahora está escrito, fue escrito con la única tinta que es imposible borrar: la tinta de los dioses.

Una botella de cerveza de rompe en mi cabeza, me desangra un poco, podría voltear y luchar con el maldito que lo hizo, pero sé que sólo fue un aviso, ahora tenía que bajar la cabeza y esperar mi apresamiento.
Llegamos al calabozo, unas cadenas comienzan a atraparme de manos y pies, mientras yo miro en silencio (no puedo hacer más, podría, después de todo soy el guerrero más fuerte de toda la raza vikinga en este reino, pero no, porque mis palabras, que a menudo son peor que las acciones –porque las palabras pueden dejar heridas de por vida, traumas verdaderamente grandes, fueron las causantes de todo esto).
Estoy preso, la puerta comienza a cerrarse lentamente, apuesto a que lo hacen a propósito, cerrar la puesta lentamente para que a cada centímetro anhele más y más mi libertad, y precisamente porque la anhelo no he de escapar, porque la libertad está en el alma, y mi alma no la tiene, la única forma de recuperarla será haciendo frente a aquello que me he ganado.
Los días pasan lentamente, uno, dos, tres, otra vez tres, maldita sea este día no sé acaba… cuatro, cuatro, cada día es más largo que el anterior…
Por fin, éste es mi séptimo día, no he comido, lo he soportado, no he hablado con nadie, está prohibido, debemos permanecer callados durante el encierro, después de todo no ha sido tan malo, durante esta semana he hablado conmigo mismo, me he conocido más incluso de lo que pude conocerme en toda mi vida. Cuando todo esto  inicio yo ya había decidido recibir mi castigo, pero tenía duda, me preguntaba porque los dioses habían elegido esto para mí, y si eran capaces de mandarme a lo que va a pasar mañana (porque lo de mañana a esta hora es la peor de todas las torturas que se practiquen este mundo. Pero vale la pena por toda la gloria del mundo que está por venir).

Escucho unos pasos, afuera, alguien viene, entra. Es una cara conocida, pone junto a mí el cráneo de algún difunto que murió con la misma tortura que me espera y que ahora solo están sus huesos. Yo sé que ahí están las llaves las cadenas que tengo apresándome manos y pies y de la puerta, ésta es la parte más difícil de todo, cuando sabes todo el dolor que te espera y tienes la llave al alcance de tu mano, durante veinticuatro horas, que el reloj de arena que colocó en suelo hace cinco segundos ha comenzado a contar, cuando sabes que probablemente no podrás superar lo que está preparado para ti más allá de ese lapso.

-Lamento que pases por esto –comenzó a hablar-, el tío Floki me ha hablado del castigo, sé que no puedes hablar conmigo, y que mañana no puedes gritar, que si lo haces no podrás entrar en el Valhalla, tampoco lo harás si me hablas hoy o si hubieses comido cualquier cosa antes de ahora desde que fuiste apresado. Pero eso no me prohibe hablarte a mí. Tampoco te prohibe escuchar. He pedido a los custodios un par de minutos contigo, los convencí, con el argumento de que si te hacía hablar jamás conocerías la gloria del Valhalla.
>>Prometo que voy a cuidar de mamá. Prometo también que en cada batalla y cada muerto que ose profanar el pueblo de los dioses que somos nosotros lo será en tu nombre, ahora que no estás yo soy el guerrero más imponente de estos tiempos, el más respetado.
>>Todo el respeto que yo reciba será gracias a ti. Y también será en vuestro honor –mi hijo se fue, yo me quedé aquí. Con las lágrimas rodándome por las mejillas.

El ejército con el que combatí tan épicas y memorables batallas entró por la puerta que minutos antes, marcaba la marcha de mi hijo. Trajo consigo un banquete digno del más poderoso rey, tal y como dicta la tradición ellos se marcaron, y yo comí y bebí asta hartarme y más todavía; al grado de quedarme dormido con un pedazo de pavo en la boca abierta.

Dormí demasiado, más de medio día, el reloj de arena se ha consumido, pensé que anoche tendría insomnio por lo que pasará, según mis cálculos hechos al ver la arena del reloj, en ocho horas.
Ahora las horas se consumen aun más lentamente que los días. Pueden ustedes hacer sus propias cuantas, cada segundo es una eternidad, pero el tiempo no es directamente proporcional, en un minuto caben cien eternidades y en una hora infinidad de infinitos, porque cada  grano de arena es un mundo que pasa afuera y yo me quedo aquí.

Falta una hora, todo mi cuerpo ha comenzado a temblar, creo que debo ir quitándome estas cadenas, porque si espero más estaré temblando tanto que no podré insertar la llave en donde va.

Mis nervios crecen cada vez más, el reloj se consume se consume cada vez menos. Mis rodillas tiemblan, mi corazón hace lo mismo, mi alma jamás estuvo tan excitada y  asustada al mismo tiempo, tengo tanta valentía y determinación dentro de mí que no puedo dejar de temblar ni por un segundo, o mejor dicho, ni por una eternidad.

El último grano de arena cae del reloj, ahora ya no sé lo que es peor, la agonía y la desesperación que me traía toda esa intriga del por venir y esperar que el lapso se cumpliera, o eso, precisamente que se cumpliera.

La llave comienza a girar, he comenzado a empujar la puerta, creo que ella también está temblando. Doy unos pasos, frente a mí hay dos caminos: el que debo seguir, y el de escapar. No he mentir, por una eternidad la idea de tomar el segundo camino se vio bastante tentadora, lo juro, estuve a punto de seguir aquella senda.
Pero no, en lo más profundo de mí sabía lo que debía hacer, así que cerré los ojos y di mi último suplico a los dioses, les supliqué me dieran el valor y la fuerza necesaria para soportar lo que venía, y les supliqué por mi familia. Cuando abrí los ojos lo hice con una decisión increíble, y emprendí la marcha a esta habitación en que ahora espero de rodillas mi castigo.

Cuando entre, toda la gente tenía actitud solemne, ceremonial. Muchos me miraban con verdadero pesar en los ojos. Frente al lugar donde habría de arrodillarme en unos momentos, se encontraba mi hijo y mi mujer, una mirada a mi hijo bastó para encargarle mucho a su madre, en cuestión de un segundo –esta vez un segundo y no una eternidad-, ya la tenía abrazada en su regazo.

Ella tenía la mirada llena de tristeza, me pregunto cuántos pedazos de corazón tendría en el pecho, cuántas veces se le habría roto el corazón esta semana, un pensamiento tomo parte de mí y me arrebato una o dos lágrimas: todo el dolor que ella sentía había sido a causa mía, y todas las veces que su corazón se fragmentará esta noche y las siguientes al recordar serían mi culpa.

Ahora estoy aquí arrodillado. El verdugo se arrodilla frente a mí y comienza a levantar los brazos, yo lo imitó como un espejo. Mis muñecas se introducen en los ganchos colgantes que están destinados a soportarlas y mantenerme en posición de cruz desde ahora y hasta mi muerte. Se levanta y va hacía mi espalda, mi familia queda frente a mí, ver sufrir a mi mujer me duele más que todo lo que me ha pasado. El filo de un cuchillo traspasa mi espalda, comienza a correr lentamente desde lo alto de mi espalda por todo lo largo de mi columna vertebral, gira hacía el lado izquierdo y se hace un cuadrado casi perfecto al llegar a la parte más lejana del centro de mi cuerpo. Tengo todo el torso lleno de sangre, y el mismo cuchillo comienza a rasgar mi piel simétricamente del lado derecho. Las lágrimas no dejan de brotar en el rostro de mi amada, mi alma no puede dejar de lamentarse al verla llena de dolor. Pero su dolor no opaca al mío, toda la sangre que corre desde mi espalda forma un charco en el suelo alrededor de mí.

Vamos, tú puedes, si soportas esto valdrá la pena –mi oído escuchaba el susurro del verdugo.- Ahora tomaré el hacha, lo siento, hazte el favor de no gritar, lo que viene es horrible.

Así eran las ceremonias, sabíamos que los únicos capaces de juzgar eran los dioses, y como buen verdugo, me daba palabras de aliento de vez en cuando, me decía todo lo que yo ya sabía, pero en momentos así, siempre es bueno saber que se cuenta con alguien que está ahí para apoyarte. Y él estaba ahí para mí.

El hacha está afilada, duele, he comenzado a sudar y eso arde intensamente en mis llagas, con el hacha, el verdugo a terminado de arrancar la piel de mi espalda, con su mano a tomado una de mis costillas, el charco de sangre ya le ha empapado los pies, el hacha rompe mi costilla, me retuerzo, estoy a punto de gritar, he abierto la boca pero no saco sonido alguno. Un líquido rojo mana de mi boca, no me permito estornudar, pero gota a gota cae la sangre que me acosa. El toma mi mano y vuelve a susurrar <<vamos, sé que puedes>>, después me rodea y de nuevo se arrodilla frente a mí. Pasan unos segundos, que nuevo pasan con la lentitud de la eternidad, respiró profundo, la espalda me duele, me duele mucho, no he dejado de ver a mi mujer, no pasa un segundo (ya sea normal o eterno) en que no sufra, me duele también el corazón, si hay algo que deseaba en la vida más que ser un buen guerrero y honrar mi vida y a los dioses, era jamás hacerla sufrir a ella. Y ahora está sufriendo.

Abro los ojos, que los había cerrado para sufrir en paz, porque siempre se sufre mejor con los ojos cerrados. Y apruebo con ligero movimiento de cabeza, mi verdugo de pone de pie y va a continuar con su labor. Repite el procedimiento con cada una de mis costillas.

Una vez que terminó, introdujo su mano en los agujeros de mi espalda y tomó un pulmón, sin cortarlo de mis vías respiratorias, lo sacó, y dejó suspendido en el aire, solamente sostenido por mis órganos internos. Con el otro pulmón hizo lo mismo. Mi mujer se desmayó.

Perdón –susurré.

En mis llagas echaron sal. Ardían de la manera más brutal que pude arder cualquier cosa en este mundo. El dolor era brutal.

No he gritado, creo que estoy a punto de morir…

viernes, 24 de julio de 2015

De como muere una maldita bruja



Trato, trato pero no es posible poder lo que deseo.
Y todo lo que quiero está aquí:
En esto que no puedo conseguir, es como si la vida me mostrara lo perfecto que puede llegar a ser el universo solamente para burlarse de mi ineptitud de conseguir lo que deseo.
Adiós al mundo que deseo, hola bendito universo inalcanzable, planeo pasar está y muchas más noches en vela pensando en vos, usted mi infinito inalcanzable.

Tengo tantas ganas de ser incinerado, Que un maldito caza brujas llegue y diga, <<usted es una maldita bruja>>, y que su estúpida horda de idiotas enfurecidos o desgraciados reprimidos que sólo buscan una escusa para ver el sufrimiento de alguien que no sean ellos, (porque les divierte ver sufrir a otros, pero les asusta saber que no pueden escapar del sufrimiento propio, que incluso en sus momentos más felices su corazón y alma están allí, dentro le lo que son ellos, y sufren, el sufrimiento ajeno los consuela, les hace ver que ellos no son los únicos que sufren, que todas la personas sufren, -y de todas las personas que sufrimos, las que disfrutan el dolor ajenos son las únicas idiotas-) me tome por la fuerza (con una rudeza innecesaria si se toma en cuenta que no opondré resistencia), y me encadenen de manos y piernas, y que falta de esas prisiones de la edad media en que a los prisioneros a corto plazo debían meter cabeza y manos en un tallado de madera que los inmovilizara con el torso doblado en un ángulo cercano a los noventa grados, estoy casi seguro que sesenta y tres; un hombre increíblemente fuerte marche conmigo tomandome del cuello hasta donde la muchedumbre se dirige lentamente hacía el lugar de mi muerte, nadie habla, probablemente creen que si lo hacen y me entero a donde vamos y donde voy a morir puedo planear una forma de usar mi magia negra y escapar y matarlos y todos y cada uno por interferir en mi vida llena de maldad, y aquellos que tienen familia creen que me vengaré con ellos y toda su desendencia y los dejaré con vida sólo con el objetivo de que sufran viendo degradarse lentamente cada uno de sus seres queridos (tontos, las personas suelen hacer eso sin necesidad de ningún tipo de magia negra o de ningún color, las personas que suelen tener el corazón hecho pedazos y no han sido lo bastante inteligentes para reponerse la mierda que lo ocasionó, las que han desidido convertirse en esa mierda para las demás personas, las personas que son felices, las que no tienen la culpa de nada, como yo, que jamás les he hecho nada), lo peor de todo este asunto es que es ridículamente obvio que vamos al parque, y que me van a quemar en el árbol central.

Y como lo predije, llegamos, me atan al árbol y comienzan a cantar lúgubres canticos antiguos relacionados con la muerte del maligno mientras el dichoso caza brujas derrama gasolina en mi cuerpo inerte, inerte como mi alma que ya no lucha ni se resiste a la muerte, inertes porque ya están cansados de luchar, llevan toda una maldita vida luchando y merecen un descanso.

Después de unas palabras (que por cierto a nadie le interesan, fuera de el todos vinieron solamente para verme arder), por fin, el caza brujas me enciende fuego; lanzo un grito gutural que por un momento me hizo pensar que tal vez tenía razón aquel sujeto y había algo de aterrador en éste ser. Me dolía el cuerpo, que ardía lentamente, me hubiese gustado que sólo se prendiera mi cuerpo, pero mi alma también se incendio, en un momento dado mi cuerpo deja de sentir dolor, (han sentido lo que es quemarse, quemar su cuerpo entero en el peor dolor que pueden imaginar multiplicado por cien), me sentí tan desgraciado cuando esto ocurre, por que el dolor que mi cuerpo ya no siente se desvanece sólo dar paso a las emociones y sufrimientos que se encuentran aquí, en mi interior, en mi alma, mi mente y mi corazón.

El dolor de incendio interno es el que te quemen entero en la hoguera, es el mismo, sólo que infinitamente peor.

lunes, 20 de julio de 2015

El loco en llamas

 


“Durante mi meditación, no pude sentir ninguna gota de agua. No sentía frío, no percibía el olor de la humedad de la tierra mojada. Durante mi larga meditación solamente éramos mi mente y yo.
En la soledad de las montañas mi única compañía era yo mismo.
Hablaba conmigo y me escuchaba, era una relación perfecta.
Hace tiempo que la tristeza no invadía mi corazón.
Nos querían quitar la libertad. Pero allí me di cuenta de la gran ignorancia que los regía. Pensaban que encerrándonos en una celda o matándonos a sangre fría iban a quitarnos la libertad, que equivocados estaban. Pues sólo un hombre que no entiende el concepto de libertad piensa que así puede quitarnos la nuestra, esas personas no entienden que la libertad está en el alma. El espíritu siempre a sido libre, ni yo soy capaz de encerrarlo, pues el va a donde quiere ir.

-Erick Quezada (El hombre en llamas).

Estoy enfermo.

Tengo tantos sentimientos dentro de mi alma, no quiero pensar, todas estas voces están matándome lentamente.

No he comido, no apetezco nada, quiero vivir, quiero salir a la calle y gritar lo que me gusta, lo que no, estoy atrapado entre estos cuatro muros.

Atrapado entre tanta libertad.  Lo único peor que la esclavitud es tener tanta libertad que no saber que hacer con ella (yo me rio de las personas que creen que estoy muriendo en este encierro y no pueden ver más allá de sus narices. De las que no pueden hacer nada que vaya más allá de su rutina diaria, se sienten libre y no salen a cenar los lunes por la mañana, no juegan bolos en una mesa de billar, de las personas que son prisioneras de tal manera que no han querido darse cuenta –como me molestan  las personas a las que les gusta morir entre sus propias rejas-).

Ahora soy una sombra un este mundo, (una sombra en un mundo  iluminado por la más profunda oscuridad).

El manicomio no es lo que esperaba, uno se la vive pensando que aquí todos son gritos de la gente loca (a la que llaman loca), y no, aquí todo es silencio, se tienen amigos igual que en una escuela, se platica con ellos pero sólo en voz baja, por si subes la voz una enfermera te dice que puedes dañar tus cuerdas vocales (nos tratan como pendejos mas que como locos), “quiero que sepan que voy a mandar a la chingada a la bola de idiotas que creen que deben encerrar a los que aclaman libertad, a los que tienen el coraje de seguir sus sueños, ven a alguien con valor de perseguir lo que desea y se asustan, y lo juzgan de loco y lo encierran , a la mierda con la gente inepta que se conforma con existir y soñar, uno debería existir solamente para alcanzar los sueños y no para tenerlos, con soñarlos no basta, por que Dios no dijo al hombre: -Y vos serás la especie más poderosa que he creado, y tendrás el poder sobre las bestias y las aves del cielo, y las creaturas del mar y el mundo entero serán vuestros, siempre y cuando seas conformista-.”

Dije eso y me aislaron, me encerraron (como si realmente pudieran privar a mi alma de la libertad).

Decidí morir, y decidí hacerlo como hace un siglo aquel monje, así que esperé a que me llevaran de nuevo  a mi cuarto, tomé mi libro “Buscando las palabras correctas”  y subrayé las siguientes frases:   El hombre debe morir constantemente para renacer. Aquel que no muere nunca entenderá la vida.
Fui a la cocina y tomé el aceite, había decidido reenviar ese mensaje de vida, paz y transformación que al parecer, el mundo había olvidado.
(Tal vez así pueda desahogar mi corazón)

Encendí. Mi alma arde como las llamas que me consumen. Ahora tal vez piensen que soy la reencarnación de aquel monje, o que soy un maldito loco que no puede mantener la cordura de la vida (cuando en realidad solamente fui hacia la locura de la vida eterna).


Ahora espero que la humanidad reaccione, que se preocupe más por disfrutar la vida y menos por quienes si lo hacen, espero que entiendan que la única manera de calmar la libertad es siendo libre.




Mirar al infinito.

"Ella estaba ahí, lejana, distante, inalcanzable. Ella con su cabello rizado, sus ojos cafés, su cintura estrecha, sus labios rojos.
Él la ve fijamente a los ojos, la mira, la mira y la mira..."

-Erick Quezada.




En ese momento ella advirtió que la miraba, que la miraba perdidamente, con una mirada tan profunda que ni siquiera yo tenía el control sobre mi ojos, se acercó, no me di cuenta que lo hacia, no me di cuenta porque estaba perdido en aquellos ojos color café, en su profundidad, su profundidad era infinita, no me interesaba la distancia, sólo sus ojos, sus bonitos ojos, la miraba y miraba al infinito…


-¿Por qué me miras tanto? – preguntó, ahora me percaté de que estaba cerca de mí (demasiado cerca como para no querer morir de la vergüenza de tener que hablarle.) Su pregunta no venía en tono de enojo, incluso tenía la esperanza de que…  estaba temblando, mis nervios crecían poco a poco, una vez más quería morir, no sabia que responder, debía armarme de valor o de coraje o cobardía o lo que fuera pero armarme y responderle algo.

-Olvidado- dijo al ver la incapacidad que tenia de responder, se dio media vuelta y se…

-Eres lo más bonito que tengo para mirar.- Dije de pronto, con una determinación que a mí mismo se sorprendió, ella no se marchó, al oír mis palabras re-volteó hacia mí.

-Mi amiga también es bonita.

-¿Tu amiga?, ¿cuál?

-La que siempre está conmigo.

-Perdón –dije yo-: debo ser un imbécil por no notarlo, aunque en parte es culpa tuya, por no dejar de distraerme.

-Debo ser muy bonita entonces.

-Es probable –había algo en ella que me inspiraba confianza y aventuré a bromear (incluso sabiendo que si no salía como esperaba la perdería, probablemente para siempre)-: aunque cabe la posibilidad de que yo tenga malos gustos.

Ella sonrió, y de una manera tan bella que… ¿de qué hablaba?... No sé, pero sabía que no la había ofendido, que por el contrario, le había gustado mi irreverencia.

-También puede ser cierto.  –Pensó por un momento, y después se sentó a un lado mío y pregunto-: ¿hace mucho que me miras?

-Un poco, recuerdo diariamente mirarte desde aquí, cada día a está hora vienes y platicas con alguna amiga en esa banca de allá enfrente.

-¿Un poco? –Dijo en tono burlón.

-Perdón, me gustaría decir que no lo vuelvo a hacer pero estaría mintiendo –y la verdad es que  tampoco me gustaría decir eso.

-No te preocupes –Esas palabras me sonaron a gloria una vez que ella las pronunció, oficialmente tenía permiso de mirarla y lo haría. –Lo extraño, es que nunca lo había notado.

-Es porque normalmente no era evidente, trataba de ocultar que te miraba y lo hacía bien; claro que tenía unas excepciones, pero no eran a voluntad, hay ocasiones en  que me pones tan pendejo que me olvido que no quiero que me veas. Que me olvido de todo. De todo menos de ti.

-¿Cómo hoy? –Asentí, y ella se sonrojo y sonrió. Una vez más su sonrisa me hizo morir… La quería tanto en tan poco tiempo… me sentía un idiota. Lo era. Y ella empeoraba mi estado.



Platicamos de tonterías por un rato. De cuando en cuando yo le pedía que sonriera sin previo aviso, podía estar diciendo algo como –había frente a nosotros un puesto de enchiladas –cuando de pronto me interrumpía de una manera muy abrupta y decía –sonríe- solamente para continuar con la narración que había comenzado. Era tan tonto que la hacía sonreír. Y al final era eso. Su sonrisa. Era todo. No importaba más ni importaría jamás.

-¿Cómo estás? –Pregunté, dándole una vez más un giro de broma a serio a nuestra conversación.

-Bien –Sonriendo, yo la miré y estaba sonriendo.

-Perdón por no preguntar antes, pero quiero que sepas que si quería saberlo, y que quería que sonrieras.

-Gracias por querer saber como estaba -dijo agachando la mirada.

-Gracias por sonreír –dije, sin saber que mi respuesta desataría una de esas cursis y ridículas guerras de gracias en la que me encantó participar.-Debo decir que me encanta tu sonrisa, es muy linda, como tus lindos ojos.

-Gracias  por decirme cosas tan bonitas. –Tiró la bomba.

-Gracias por ser tan bonita. –Le arrogue una granada como respuesta, ¡cómo iba a perder una maldita guerra!

-Gracias, pero no soy tan bonita.  –Fue como un balazo a media cabeza. Pero la bala no me dolió. Calcó la palabra “tan” de tal manera que me hizo reír.

-Perdón, tal vez tengas razón. Pero lo eres para mí. –Y con tal respuesta renuncié a la guerra de gracias (al parecer me había matado).

-Cierto, -dijo riendo- olvidaba que soy uno de sus gustos raros.

-Me alegra que lo seas.


Y la tarde se nos fue. Y no importó. No me importó. Porque se fue y yo me quedé. Y me quedé a su lado. Esa misma noche le mande un mensaje:

-Buenas noches, perdone la imagen, pero la vi y pensé en vos. Desde sus primeras palabras hizo morir mi corazón, escuchar su voz fue mágico, repentinamente mi corazón se aceleró (le juro que todavía me tiemblan las rodillas). –Y adjunté una imagen de una mujer tocando la luna menguante de abril (estoy seguro que esa luna era de abril) y la cita de la siguiente frase de Mario Benedetti-: “Qué bonito es saber que usted existe”.

-¿Te temblaron las rodillas?, ¿por qué? –respondió, en ese momento casi moría, le mande ese mensaje, pero jamás pensé que me respondería y lo hizo.

-Sí. No sé. Me pones nervioso. Cuando te miro me tiemblan las rodillas. –Decidí cambiar sutilmente de tema, de una manera apenas perceptible.-: Creo que deberías sonreír al leer esta parte del mensaje (apuesto a que lo hiciste (y también al leer la apuesta (y al leer que lo leíste, (perdón, son muchos paréntesis)))).

-No deberías ponerte nervioso, no te haré nada. Me gusta cuando me escribes cosas entre paréntesis. Cuando lo haces siempre logras hacerme sonreír.

-Me gusta que sonrías. Y más si en por mi culpa. Pero, ¿qué pasa si yo quiero que me hagas algo?

-De pende, ¿qué?

-Lo que sea. Algo. La nada suena abrumadoramente vacía.

-Perdón, pero la  verdad es que no entendí tu mensaje.

-No importa. Te daré un curso intensivo de lo que significan mis mensajes y lo que te digo en ellos: no importa lo que te mande, literalmente no importa, puedo escribirte lo que sea y siempre significará lo mismo: “Te quiero. Hazme el favor de sonreír.”

-Gracias, sí lo hice.

-Cuando quieras te repito el curso.

-¿Crees que alguna vez lo necesite?

-No. Pero quiero estar seguro de que aun en la palabra “mierda” vas a sonreír y saber que te quiero.

-¿Ya me quieres?, ¿tan pronto?, ¿cómo sabes lo que sientes?

-Tal vez para ti sea pronto porque apenas me conoces hoy, pero hace mucho tiempo que yo te pienso, hace tanto que me miro a escondidas, si te dijera que ya te quiero no sería pronto. Pero en realidad no lo sé. No estoy seguro de quererte, pero creo que lo hago porque no hago más que pensar en ti (excepto cuando no lo hago, entonces sí no pienso en ti.) “Yo no lo sé de cierto, lo supongo.” En palabras de Sabines.

-No deberías hacerlo, pensar en mí es perder el tiempo. ¿No crees?

-Sí. Y es la manera más linda que tengo de perder el tiempo.

-Eres un imbécil, me haces sonreír y ni siquiera me lo pides. Supongo que al saber eso tú también sonreíste.

-Como un idiota.

-Es la manera más bonita de sonreír.

-En ese caso, sonríe como una idiota.

-Lo hago. Créeme.

-Adivina que estoy haciendo. –Envié para cambiar de tema, y su respuesta hizo que hiciera lo que 
dijo.

-Sonreír como un idiota.

-No. Bueno sí, pero no era eso lo que debías de adivinar.

-¿Qué es lo que haces?

-Escribo… para vos. Y usted me está ayudando. –Era obvio que no entendería el porque me estaba ayudando, pero cuando terminará de escribir se lo daría, y al leerlo entendería porque. Porque lo que escribo es esto, esto es lo que lee, me ayudó a escribirlo con el simple hecho de platicar conmigo.

-Quiero leerlo.

-Está muy largo –y seguíamos platicando, sinónimo de que no había terminado, pero eso no se lo diría-, mañana te lo envío, ¿te parece?

-Está bien, mañana lo espero.

-Créeme que pensarás que soy un imbécil, (no podrás dejar de sonreír).

-Cuando lo lea te digo si eso pasó.

-Por favor. (Espero que sí suceda. Nada me haría más feliz que saber que te hice sonreír (algo así como en estos paréntesis pero más)).

-Amas los paréntesis, ¿verdad? –Preguntó sonriendo, estoy seguro de que sonreía.

-No, pero los uso cuando son total y absolutamente necesarios. (No, la verdad si me encanta usarlos).
-Casi no se nota. Me gustan.
-A mi me gusta usted. (Pero al igual que los paréntesis casi no se nota). –En cualquier otro momento ese seria el final de mi mensaje; pero agregue-: Ahora por favor sonríe.

-Deberías controlar eso.

-¿Controlar qué? –Pregunté solo para leerlo de su letra, porque yo sabía a lo que se refería, llevaba todo el día haciendo lo mismo.

-Hacerme sonreír todo el tiempo. –Lo sabía, pensé.

-Perdón. Pero me gusta que sonrías.

-Me gusta como me escribes. Nadie me había escrito tan bonito.

-Tal vez contigo puedo escribir bonito, pero en parte es tu culpa, (de hecho la culpa es completamente tuya), al hacer que piense todo esto al pensar en vos.

-Amo que las personas escriban así (y eres la primera que lo hace por mí).

-Los paréntesis son como una enfermedad. (Creo que te la estoy contagiando).

-No parece ser una mala enfermedad. (Ya lo noté).

-¿Cómo saber si no es mala?, ¿quién sabe?, tal vez algún día ame tanto a los paréntesis que se olvide 
de mí. (Ese día escribiría mi nombre una y mil veces, (y mil veces más (y otras mil hasta la eternidad)) mi nombre en un paréntesis para que me recuerde). –Me leyó y se sonrojo. Se sonrojo y sonrió. Estoy seguro. Estoy más que seguro que lo hizo.

-Ya empiezo a querer a los paréntesis.

“Maldita sea. Ya comenzó, mejor cambia de tema antes de que te olvide” –pensé.

-Adivine -Atiné a enviar.


-¿Qué pasa? –Preguntó.

-Que usted es hermosa.

-¿Aún con mi corte de niño? –Se había cortado el pelo. Se veía hermosa. Pero como toda mujer, con 
su cabello era muy exagerada.

-Sí, grrrr, (imagine un gruñido sexi).

-Yo pienso que se ve mal.

-Sí, en ese caso volvemos a la teoría de mis malos gustos.

-Que mal gusto tienes.

-Completamente jodido -respondí…

Sonrió al leer este relato. Estoy seguro que sonrió.


domingo, 19 de julio de 2015

Qué fácil es quererte en un insomnio

Eres el mundo que no tengo,
el café que me falta en las mañanas,
eres el número de mala suerte que jamás dejaré de pedir al comprar la lotería.
aquí te espero, amor, aquí te espero.

Ahora te quiero tanto que he comenzado a olvidarte.

El olvido me abandona en este
tipo de insomnios,
en estas noches eternas.
Te recuerdo, recuerdo cuánto te quiero,
y te quiero más todavía, como al principio,

En la mañana, cerca del alba y junto al ocaso,
recuerdo también nuestra separación;
el porque me extrañas desde dónde estés,

Una estrella se funde en el espacio,
mil pedazos vuelan en el universo infinito.
Ahora un astro,
un lobo corriendo hacía el bosque;
quiero café, galletas.

¿Cuántas preguntas mortales habrá de soportar el oído de Dios a diario?

No vengas,
tu café ya se ha enfriado,
lo preparé hace mucho,
cuando todavía te quería.
(Qué fácil es quererte -amor- en un insomnio,
tú no vienes, aunque te anhele).

No vengas, por favor,
miro la taza que es tuya, que lo será por siempre,
tu café está frío,
como frío está tu corazón.

Se asoma el alba,
no vengas porque te extraño,
porque te pienso recibir con los brazos abiertos.
Sufrir de nuevo.

Un café y te pienso,
Otro café y te olvido,

Te recuerdo, siempre.

jueves, 16 de julio de 2015

Que Ella Juzgue Si Fue Un Error

Estaba de pie en la entrada de ese lugar, indecisa de si entrar o no, ella tenía un helado en la mano y un sueño en el corazón (un sueño del que hablaré después, puesto que esta es otra historia). un joven, distraído, con un libro en la mano la empujó, su helado callo, él levantó la vista y la miró, y ella lo miró a él, “perdón” balbució, más para sí que para ser escuchado, o más bien como una palabra que sus labios pronunciaban automáticamente cada que pasaba algo similar, sin siquiera saber que lo había pronunciado, puesto que se había perdido en la mirada de aquella linda muchacha con el vestido lleno de helado.
-Perdón –repitió, esta vez consiente de sí mismo-, te invito un café.
Ella asintió y ambos entraron a ese lugar que ella quería pero no se había decidido quién sabe por qué.

Después de una risas y un amor a primera vista (porque nuestra linda muchachita también se perdió en la mirada de aquel joven), de un café y de risas, del amor meramente fugaz de un solo día, del que nunca, ninguno de los dos, se iban a olvidar, ella volvió a casa y él también. Sólo que cada quien se fue a su casa y no juntos a seguir con lo que comenzaron.

Después de ese día se conocían relativamente bien, se conocían de maravilla, se contaron sus manías, incluyendo la manía que tienen de confiar en las personas demasiado pronto y demasiado pronto confiaron el uno en el otro, (no digo que fuera un error, pero eso a mí no me toca juzgarlo sino a ellos), platicaron de cómo a él le daban miedo los payasos y ella los maniquíes, que temía ir de compras porque pensaba que al desnudar un maniquí para probarse el vestido que éste tenía puesto porque le había gustado despertara, saliera de ese sueño eterno que tienen los objetos que nosotros creemos inanimados, (aunque para ella, no hay nada más animado que un objeto que duerme y sueña y sueña dormido), y con los ojos completamente rojos y llenos de ira, y una rabia incapaz de controlar le saltara encima y la golpeara salvajemente hasta, ahora si, ella quedara inanimada.

Un espejismo aún sigue en su memoria (memoria que no deja de recordar aquel joven que le tiró el helado a cambio de conocerlo), ella se enamoró de aquel personaje con afición a la música de rock y al café cargado.

Y su memoria lo sigue pensado…
     Pensando…
                        Pensando…
                                            Pensando…

Y lo piensa hasta morir, y ya nunca más lo vuelve a ver, y murió por quererlo y conocerlo un solo día. Y lo quiso por confiar en él cuando lo conoció y demasiado pronto.


Que ella juzgue si fue un error.

martes, 14 de julio de 2015

Hoja De Papel

Una sonrisa en la hoja de papel,
Una lágrima rodó por mi mejilla
No te quiero ver jamás,
Me pondré a cantar un par de momentos y para siempre,
Ahora mismo hay un incendio dentro de mi alma
No pienso dejar de cantar jamás
Ni a pesar de la llamas.

Adentro llueve
Y por fuera quema el frío
Que lo invadió,
Las llamas heladas que rodean
Aquello que no puedo soportar aunque lo haga.

(Es mi corazón que llora lágrimas de olvido al recordar.)

Hasta nunca mi amor,
hasta pronto corazón.


Es el olvido.

jueves, 9 de julio de 2015

Discurso Que Debía De Ser De Graduación

“Es el discurso más poético que he leído. Te tiras mucho a la poesía; eso te hace una mierda.”

Ceci Gonzalez.


La vida tiene sorpresas, sorpresas gratas y no tan gratas, y podemos sentarnos a esperar las migajas de felicidad que tiene la vida para ofrecernos con cada sorpresa, o podemos levantarnos y sorprender a la vida obteniendo a cada momento la felicidad que merecemos.

Como dirían Peter Parker y Cantinflas respectivamente; "un gran poder, conlleva a una gran responsabilidad." Y “La primera obligación del hombre es ser feliz y la segunda, es hacer feliz al otro.” Ahora no basta con sorprender a la vida y conseguir felicidad, hay que ir y compartirla (la felicidad plena está en compartir, de lo contrario, es una felicidad vacía, una felicidad vana).

Alonso Gonzalez escribió: "Tienes todo un mundo aquí dentro -dije señalando su cabeza- sólo tienes que ver más allá de lo que ves". Eso es lo que somos, eso es lo que tenemos, un mundo diferente, personas capaces de cambiar, el mundo no debe cambiarnos, debemos salir a enseñarle quienes somos, debemos abrir los ojos, debemos notar lo jodido que está el mundo y tomarlo y cambiarlo, y cambiarlo para bien, una sonrisa a la persona perdida entre lamentos, una metafórica lámpara para iluminar el camino de la persona que está hundida en la rutina, cambiar el mundo es eso, es dar partículas de felicidad a quienes te rodean, al desconocido que encontraste caminando por la calle, sacar a bailar a la persona solitaria en medio de una fiesta, regalarle una rosa a un vagabundo, pequeñas partículas de felicidad regadas por el mundo.

 Escribió también: “Ahora tengo un pensamiento que dentro de poco será energía positiva; pienso que vale la pena confiar en las personas aunque se equivoquen, porque irremediablemente lo harán, equivocarse es inevitable, pero si lo hacen pensando en positivo, el universo, que no solo es infinito, sino que a cada pensamiento se hace más y más infinito aun de lo que es ahora y fue ayer, con el peso de sus propios pensamientos hará que sus errores no sean tan graves, y ayudará a corregirlos, como ellos, con sus pensamientos, le ayudarán a liberarse de toda esa mierda.”

El universo es de nosotros, lo que somos capaces de soñar con ser soñadores.

Cerramos un ciclo donde encontramos apoyo en las personas menos esperadas, en las que creímos incapaces de ayudarnos, y nos sorprendieron estando ahí para nosotros incondicionalmente. Entre pequeños pasos, grandes recompensas, decisiones difíciles que tuvimos que tomar, y las tomamos, y valieron la pena porque estamos aquí. Abre tu corazón, recuerda que eres libre de hacer lo que quieras, puedes cantar blues si lo deseas, caminar descalzo en la arena y patear la brisa del mar a media noche, tirarte un pastel en la cara solo para ver si es tan divertido como en las caricaturas y descubrir que no lo es, simplemente ser libre, con una felicidad que no tenga deseos de lastimar a alguien más, que el mundo sea libre a través de ti, ser libre a través del mundo, una felicidad compartida.

Tal vez, lo que viene a partir de ahora es un misterio para nosotros, no sabemos el rumbo que vamos a tomar, o las oportunidades que se nos van a presentar y las que no, las que nosotros tenemos que crear a propia cuenta, es importante conseguir las oportunidades que necesitamos para alcanzar aquello que realmente deseamos. Estas palabras son para todos; graduados, maestros, padres, hermanos, familia, acompañantes y colados, todo aquel que me haya escuchado puesto que no somos diferentes en realidad, todos podemos cambiar el mundo y ser felices y hacer felices a los demás cambiando al mundo, y pienso que es algo que todo deberíamos de hacer, muchas veces se habla de maestros y alumnos por separado, pero a mí no me gusta hacer eso, pienso que todos somos maestros y alumnos en la vida, que todos aprendemos de todos y por eso quiero agradecer a todos y cada uno de los presentes, por haber compartido todas las enseñanzas que muy a su manera, y tal vez sin darse cuenta, compartieron.


Gracias por compartir la vida con nosotros.

lunes, 6 de julio de 2015

Sin ti soy un idiota

Porque sus bonitos ojos
me ponen a pensar.
A pensar por ejemplo 
en tomar café,
en el color,
en el color café que tienen sus ojos, 
en perder al universo 
viendo a través de ellos.

Porque el café de tus ojos me provoca insomnio.

Hace tantas lunas que no duermo.
No duermo, pensando en vos.
Y cuando duermo es con vos con lo que sueño,
se ha convertido en una parte importante de mí,
de mí y de mis pensamientos que sólo son suyos,
y de nadie más,
(porque este idiota que soy yo ya es su propiedad).

El café me tiene muerto.
El café, 
sus ojos, 
el café  de sus ojos, 
mirar sus ojos tomado café, 
tomar café mirando sus ojos...

He decidido que sin ti soy un idiota.
(Me he dado cuenta que contigo también pero feliz).