lunes, 27 de agosto de 2018

¿Qué sentirán las aguas...

Hombres, a fin de cuenta es cierto.
Los hombres somos idiotas.
Lo somos por excelencia.
Siempre esforzándonos por estar equivocados.
Teniendo la suerte de llegar a la verdad.
Nuestro hombre nunca creyó en el amor.
Pero el amor creyó en él.

Hoy me toca ser hombre.
En esta noche en que estoy solo pienso.
Pienso mucho, seguramente lo hago mal.

Quisiera tener sobre mis manos
un par de olas de mar
para hacerlas chocar entre sí.

¿Qué sentirán las aguas cuando
los cuerpos sucios de los hombres entran en sus mares?

¿Qué sentirán los mundos
cuando las supernovas truenan
y las estrellas 'mueren'?

¿Qué sentiré yo cada
vez que tus ojos veo? 

Estás difusa en  el viento,
ya no te veo en el mar.
Levanto la vista
pero en el cielo tú no estás.

El sol se esconde,
el viento sopla
y la tormenta suelta.

En mi oído no suenan tus palabras,
y las mías se pierden en el aire
sin llegar a su destino.

(¿Volverás a mí algún día?
Estaré esperando en el
eterno abismo de tu ausencia.
La roca está flotando en señal de esperanza,
la madera se hunde, cae, se clava como estaca
en mi corazón humano.)

Sé que algún día, después de mirar la puesta,
cuando resignado quiera dar la vuelta y echarme
a la cama como un perro abandonado 
(ya sin dueña; ya sin ti),
giraré sobre mis cansados píes y
estarás entonces tú, mirando con cierta ternura
mi tristeza.

Entonces sabré qué nunca
volverás a dejarme
a la deriva.

Puerto Vallarta, Jalisco.

jueves, 23 de agosto de 2018

Cuidar tus pasos.

Estando estos días en la facultad del pensamiento mismo (¡oh, hace cuánto que llevaba sin pensar), he llegado a algunas conclusiones.
Entendaran ustedes que nunca tuve la facilidad de la sapiencia, tampoco soy habilidoso con las manos y menos aun nací con la facultad nata de ser un lider.
Recuerdo ahora, como todos los días de mi vida recuerdo, cuando en aquella ocasión al caminar por una calle poblada de hermosas mujeres en mi plena juvetud, cuando la arrogancia del poderío juvenil dominan la conciencia y las hormonas descontroladas no te dejan pensar en otra cosa que no sean esos hermosos seres femeninos.
Caminaba entonces gallardamente, como gallardamente me contengo de caminar por la lección aprendida aquel ahora ya lejano día.
Pensando que gallardeo tal hacía que todas y cada una de esas bellas mujeres al mirarme, soñaran con alguna vez siquiera tener la oportunidad de que mi oído se puesiese atento a la más mínima de sus palabras, una al menos escuchara de su boca.
Oh, maldita arrogancia del hombre, era tanto y tan grande que me sentía, como todo adolescente inculto, incluso me sentí flotar y me olvidé (literalmente) del suelo que mis píes pisaban, y entonces, en un desnivel, un bache de banqueta mi equilibrio (que debo decir tampoco era muy bueno) fue perdido y caí en el fango formado una noche antes por la lluvia de agosto.
Me levanté entonces del suelo (pero también del suelo de la exageración descontrolada tuve la oportunidad de levantarme), y me dirigí a ese lugar que siempre había visto como una simple casa, como una vil estructura mal construida (puesto que yo venía de familia pobre).
Me lavé, y mientras me lavé el lodo me entregué a la facultad del pensamiento.
El lodo no fue lo único qué lave ese día: lavé también mi corazón.
Al salir de ese extraordinario lavado de cuerpo y alma, entendí que el nacer no lo es todo.
Ahora, poco a poco trato de adquirir sabiduría, y práctico todo aquello que me gusta y en lo que era malo, porque a base de esfuerzo; en algún momento me volveré el mejor. Y el conocimiento que adquiero con el esfuerzo que práctico me convertirán en lider. Y entendí que la mujer es demasiado inteligente como para figarse en un niño bonito que solo sabe andar por la vida fanfarroneando al caminar. Descubrí la importancia de mirar en dónde pisas (y no solo hablo del suelo y sus relieves), que la lluvía de agosto es más llevadera desde la mesedora con un café si la vez por la ventana.
Que mi casa no era casa; sino hogar. Que el vil era yo y su estructura amor.
Que mi familia no era pobre; sino humilde. Y sí; que el pobre era yo...
Que tú no eres un lector; sos un amigo.



Orizaba, Veracruz.

jueves, 16 de agosto de 2018

Hermandad perdida.

Algún día volveremos a ver en carretera el gordo levantado;
volveremos a ver el mundo recorrer al hombre;
¿Volverá alguna vez el ser humano a ser hermano?

Volamos alto (alto volamos antaño)
cuando los bosques eran verdes
y los corazones puros.

Los dragones surcarán los cielos
y en los cielos de mi corazón
se disiparán las nubes.

Vamos entonces a recorrer el continente mexicano.
Vamos siento como un torrente de amor imparable;
implacables en la amistad perdida.

Tendremos el alma levantada,
y el prójimo levantará la mano
para recibir socorro:
¡socorro tendrá entonces!

Las utopías serán realizables,
lo único imposible no será
sino el sentir rencor;
pues el amor será eterno.

Sayulita, Nayarit.