lunes, 26 de enero de 2015

Sin Dejar De Sonreir

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.

 -Jaime Sabines. 

Quiero escribir en la oscuridad su nombre, quiero escribirle que la quiero, perdón por hablarle de usted pero la quiero, y hoy la quiero como tantas noches, como tantos días, así, como es y como soy, la quiero al escribirle a las tres con diez de la mañana, al pensar en usted a la misma hora, al pensar en usted a cualquier hora, en cualquier momento, la quiero al buscar algo en mi memoria y toparme con usted a cada instante.

Perdón que este despierto escribiendo para usted de madrugada, pero es cuando puedo quererla sin prisa, sin arrebatos, es cuando el mundo duerme y yo la puedo pensar tranquilo, cuando el tiempo se detiene para que yo piense en usted sin interrupciones, para que el café de sus ojos me provoque insomnio, para que susurre su nombre en silencio, y repita el susurro una y otra vez incansablemente, (porque yo pienso en usted incansablemente).

Desde hace dos noches está nublado, sólo se ve una estrella, y sé que detrás de esas nubes hay millones de estrellas, y sólo soy capaz de verla a ella.
Algo similar me pasa a mí, desde hace tiempo mi corazón está nublado, sólo se ve una niña, y sé que detrás de esas nubes hay millones de niñas, y sólo soy capaz de verla a usted, y sólo tengo ojos para usted.

Quisiera tenerla en frente e invitarle un café y que me responda:
-El café me pone ansiosa-.
Y entonces responder:
-A mí usted me pone ansioso-. Y con ello robarle una sonrisa, y guardarla en mi memoria para siempre.

Quisiera mirarla a los ojos y sonreír, y que usted también sonría, con su sonrisa que bien podría matarme de un suspiro, y así, sonriendo, pedirle que sea  mi novia, y que usted, sin dejar de sonreír, diga que sí.

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