viernes, 26 de diciembre de 2014

Dualidad de querer y odiar

"Pero ¿cómo sería tu amor sin tus rencores? 
-Pablo Armando Fernández. 
"Existo porque te invento" 
-Erick Quezada.

Te quiero, y es tan cierto como que el mundo gira y es redondo y tiene habitantes estúpidos y tú y un gato -simplemente tú y un gato, los demás (incluido yo) somos tan estúpidos como la humanidad y más todavía-.

Te odio como un alcohólico al alcohol y a la resaca.
Y como el alcohólico al alcohol no puedo dejar de consumirte ni pensarte no importa cuanto quiera o duela no hacerlo.

 Te quiero como el enfermo al remedio,
como el tiempo al espacio,
te quiero cuando el tiempo se consume lentamente al acostarme en la hamaca a mirar al cielo y pensar en ti y en el futuro,
en ti y en un futuro junto a ti,
aunque si se trata de ti y de tiempo juntos;
me gusta juntarte más con el presente.

Odio la cotidianidad de manera brutal, emífera y profunda, casi tanto como a ti.
La odio por lo tedioso y tonto que es repetir una rutina una y otra vez sin ningún motivo más que la comodidad
que al cabo de un tiempo se vuelve incómoda,
con la rutina no se avanza en la vida,
más bien te quedas estancado.

Te odio como la nostalgia al recuerdo, que atormenta su memoria
y la estruja como trapo viejo.

Te quiero como la pluma, el poeta,
el escrito, su escritor y las aves quieren al tintero al usarlo para escribirle
a su propia musa
-a ti te escribo yo-
una o dos tonterías hermosas e incoherentes.
Aunque si se escribe por amor ningún escrito es una tontería.
Arte incomprendido, quizás.

Existes porque te pienso, existo para pensarte.
Te escribo para existir.
Te odio porque te quiero y también viceversa.
Te quiero por tus rencores.
Te odio por el amor que no me das.
Te amo por el odio que soportas.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario