Un día podre decirle al señor sol, además de buenos días cuando entre por mi ventana:
«mira, la mujer de la que te hablé cada mañana. Ahora despierta junto a mí»
entonces podré darle también los buenos días a la vida, y por supuesto, al amor.
Darte los buenos días con un beso en la mejilla será también amanecer en el paraíso mismo.
Por ahora me limito a ver la tenue luz del alba,
tomar café y pensar en la bella luz de tus ojitos
-que si no existiera ni el sol ni las estrellas
podrían iluminar el firmamento entero ellos solitos-.
Vamos a definir solamente dos palabras:
poema: este que te escribo.
poesía: tú.
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