domingo, 17 de agosto de 2025

La visión del rey V

 La visión del rey IV

Polonio llegó más tarde a una capilla del palacio que se encontraba cerca de los aposentos del rey, donde este último se encontraba, dio la noticia de haber citado a Hamlet a su dormitorio para que hablase con su reina y madre, quien, a pesar de ser testigo de la insana cordura del príncipe, por su cariño no podría del todo tener objetivo oído, siendo menester que el mismo como consejero, se ocultase para la conversación escuchar y dar reporte luego. Estuvo de acuerdo el rey, y cuando Polonio se marchó y el rey comenzó a pensar, pudiera ser que en ese lugar sagrado, verdaderamente se encontrase más cerca de dios y del cielo, pues tan pronto se quedó solo, séase por el sitio, por el espectáculo desagradable que con dedo vil el príncipe le apunta sin filtros como el asesino del rey pasado, o por su conciencia culposa que cada vez gritaba más fuerte en sus adentros, que comenzó entre pensamientos internos y oración: «Es mi delito atroz, y su rancio hedor al cielo eleva; lleva consigo la primera maldición, la más grande: la muerte de un hermano. No puedo orar, aunque mi alma toda el rezo aclame: más que mi voluntad resulta y firme puede mi enorme crimen; soy como el hombre que en dos negocios piensa: dudo con cual empezar, y ambos descuido. Y aunque en sangre hermana bañado hubiese mi maldita diestra mil y mil veces ¿lluvia no hay bastante que en ese cielo justo y bondadoso que pueda volverla blanca cual nieve? Inútil fuera la merced, si osada el crimen no afrontase, vano el rezo, si no tuviese en sí la doble fuerza de precaver el crimen meditado, de perdonar la culpa cometida. Recemos, pues; mi crimen ya está hecho. Mas ¿en qué forma de oración valerme? «¿Perdóneme el aleve asesinato?» No puede ser: las prendas incentivas del horrendo crimen todavía conservo: mi cetro, mi ambición, mi esposa y reina. ¿Podrá lograr perdón quien aún ofende? En el perverso mundo la dorada mano del criminal cada vez consigue hacer que retroceda la justicia; y vese que a menudo al infame oro la ley cede; mas nunca allá en el cielo. No sirve de nada allí la astucia; claro, el crimen parece tal cual es, y frente a frente salen a condenarnos nuestras faltas. ¿Qué queda, pues, por hacer? ¿Arrepentirme? ¡Qué no podrá la contrición sincera! Mas ¿qué podrá el alma que no se humilla? ¡Oh, lastimoso estado! ¡Oh, seno inmundo, más negro que la muerte! ¡Alma enligada, que cuanto más te afanas por librarte te enligas más! ¡Por favor, por dios! ¡Dóblense, rebeldes piernas, y hazte blando como los nervios del recién nacido, corazón, más duro que el acero! Aun puede hacer remedio para todo…[1]».

El rey se arrodilló para continuar en su meditaciones, y como si fuera cita divina, ese lugar y ese momento, tan pronto sus rodillas tocaron el suelo frío y sus ojos en oscuridad quedaron, comenzaron a oírse en el pasillo pasos, que se detuvieron a la entrada del lugar, era Hamlet, y se detuvo al verlo vulnerable, el rey estaba en paz, y a la vez temblando, le pareció que dios jugaba irónico con su destino. Tal vez esto era lo mejor, que Hamlet tomara su vida como pago por la de su padre, que Hamlet tomará el reino y que liberara a la hermosa reina de estar con el monstruo que a su primer esposo asesinó. Sonrió, con una extraña mezcla de miedo y paz, y justo cuando había aceptado su final, los pasos continuaron, Hamlet fue al dormitorio de su madre para sostener la conversión que Polonio había anunciado. El cielo decidió que el asesino seguiría con vida.



[1] Monologo de arrepentimiento del rey Claudio. Hamlet de Shakespeare.

sábado, 16 de agosto de 2025

La visión del rey IV

La visión del rey III


Los comediantes llegaron al amanecer y Hamlet, aunque falto de cordura se mostró más alegre que otros días, la reina y el rey estaban contentos de sus deseos de presentar una historia, tal vez todo lo que necesitaba era soltar entre cómicos y risas un poco del lastre que le mantenía el espíritu en tan vil melancolía.

La presentación tuvo lugar en un gran salón real esa misma noche, muchos de los nobles del reino fueron invitados, la reina, tal vez por la alegría de que Hamlet mostrara mejoría, estaba tan bella como hacía mucho tiempo no lo estaba, el rey estaba expectante, el príncipe creció entre libros y poetas, vio muchas obras y se preguntaba si mostraría algo nuevo o alguna de su predilectas, si había vuelto a poner los pies en la tierra o si había pedido a los cómicos presentaran alguna función sin valor, como quiera, había invitado a los nobles, para que Hamlet viera, si le quedaba un poco de cordura, que su voz sería escuchada, y todos le daban valor.

Para su sorpresa, la obra no carecía de sentido, pero fue peor, tuvo una naturaleza oscura, que no hacía sino señalar de asunto supuestamente olvidado, se presentó la muerte de Gonzago, pero con modificación de diálogos y acciones agregados abrumadoramente exactos, los personajes principales, se convirtieron en reyes, y siendo el rey y la reina enamorados, durante un paseo por el jardín, la reina se va para que el rey pueda descansar y este se queda dormido a la izquierda del roble, otro personaje entra en escena y vierte veneno en su oído. Al rey le pareció un apuesta impropia con el luto del antiguo rey aún en el corazón de Dinamarca, miró a Hamlet, que tenía la mirada clavada en su rostro, una mirada penetrante, una mirada no de loco ni desconcertada, sino desafiante. El rey detuvo la obra, se disculpó con los presentes y se retiró con la reina.


La visión del rey V

domingo, 10 de agosto de 2025

La visión del rey III

La visión del rey II 


Al amanecer del día siguiente a la boda algo había cambiado en Hamlet, se notaba visiblemente perturbado, su actuar era errático y su hablar, a pesar de ser fluido, no era del todo claro, muchas oraciones eran carentes de realidad, como si su pensamiento, de la noche a la mañana, hubiera viajado a un mundo ajeno al que habitaba el resto del reino.

Tras algunos días de infructuosos intentos de la reina, el rey y Polonio de encontrar el motivo de la curiosa actitud del príncipe, llamaron de Alemania a quiénes allá, durante su estudio, fueron sus amigos. Llegaron a la brevedad y se mostraron dispuestos a ayudar a descubrir aquello que pesaba en el alma del príncipe y amigo.

Polonio dio noticia al rey de que los embajadores enviados a Noruega habían regresado con ánimo alegre y buenas nuevas del monarca extranjero, la diplomática relación entre los reinos parecía rendiría frutos. Además, compartió noticias sobre lo que él sospechaba, era el motivo de la locura última de Hamlet, que se pensaba era el luto de su padre y la pronta boda de su madre, comentó que puede que la causa no fuera otra sino la causa más antigua de todas las locuras, la inferencia ante su amor ardiente. Comunicó a los reyes, como el príncipe había pasado tiempo basto desde su regresó al reino con su hija Ofelia, y que días atrás, corroborando su sospecha, habló con ella, que le compartió como durante esas horas de compañía el príncipe le había expresado admiraciones miles, e incluso, obediente le entrego una carta de las bastas que el príncipe le había entregado:

«duda del sol radiante, del rayo y de su fulgor, duda de fe constante, pero nunca de mi amor. ¡Querida Ofelia! Mala maña tengo de hacer estos versos: no poseo el arte de medir mis quejidos; pero creo que te amo más que a nadie, tú, ¡la más digna de ser amada! Tuyo siempre, Hamlet»[1].

Polonio explicó que le hizo ver a Ofelia que la cuna de Hamlet era de posición superior a la suya, y que no debía ni pasaría jamás unión en ellos, por tanto, no debía admitir halagos ni recuerdos. Tras la escucha del consejo de Ofelia, y su resistencia a Hamlet, este sucumbió, en suma, con las otras situaciones en su vida, a la pena y la locura.

Concretaron pues coordinar un encuentro “casual” entre Ofelia y Hamlet en la galería, para desde un escondite, presenciar tal.

Al anochecer fueron a presencia del rey los dos amigos, confirmando que se comportaba muy extraño el príncipe, pero no habiendo descubierto el motivo que causaba su trastorno. Informaron que deseoso estaba de coordinar una presentación con una compañía de comediantes.

Después, escondidos durante el encuentro dicho, Hamlet mostróse indiferente ante la bella Ofelia, descartando así la congoja del amor como perturbación del alma.



[1] Cita de la obra (Hamlet de Shakespeare).


La visión del rey II

La visión del rey I


 Claudio se encontraba en el altar, esperaba nervioso la llegada de la reina, seguía preguntándose si aquello era correcto, si tomar la mano de la reina viuda no era premiar su capital pecado de darle muerte al rey y hermano, si de verdad era el fin justificante de los medios, si de verdad estaba haciendo un bien al reino. Su mente era un constante ir y venir de pensamientos intrusivos que, de hecho, no servían ya de nada, la culpa era una ingrata inútil pues sin importar cuánto pudiera arrepentirse, no cambiaría el pasado, todo lo que estaba hecho, hecho estaba.

Pero resulta que dios es algo caprichoso, las trompetas sonaron y Gertrudis entró en la iglesia del palacio, se veía tan hermosa como la más bella de las reinas del mundo, y recordó cuando entró, por primera vez a su primera boda, recordó como por un instante se imaginó a sí mismo, en el altar, esperando por ella, por un instante deseo que su hermano no existiera, deseo haber sido él el primogénito de la familia, y a pesar de los horrores de estar siempre en temas políticos, poder desposar a su amada… Ahora, era él quien la esperaba en el altar, y Gertrudis seguía siendo la mujer perfecta, cuando apareció su imagen todo pensamiento se puso en pausa, la felicidad y la plenitud le llenaron el alma, tal vez todo era parte de un plan divino más poderoso que ellos, tal vez ya estaba escrito que su destino era acompañarse por la eternidad, tal vez su primera infancia juntos, la confianza y cercanía que cosecharon cuando niños, no era cosa de la casualidad sino del destino. Tal vez dios vio cómo le guardó respeto y amor toda la vida y había movido sus hilos para que estuvieran juntos. Miraba a Gertrudis acercarse, un paso a la vez, al altar, y ya nada más importaba.

Había pasado poco más de un mes desde la muerte de su hermano, esperaba que, a pesar del luto, respetable y entendible, el príncipe Hamlet se mostrara un poco más amable, pero durante toda la celebración pareció molesto, y la sonrisa en su cara se notaba forzada, tampoco quiso elevar copa ni proponer brindis en honor del nuevo rey ni de la boda se madre, y su actitud fue la mínima de cortesía que ameritaba la educación de su posición en la nobleza. Después de marcharse los invitados, Hamlet renovó deseos de volver a sus estudios en Alemania, nuevamente, los reyes suplicaron su permanencia en el reino, cosa que tuvo que acatar como decreto, haciendo saber que era en consideración de su madre solo, y de ninguna manera por complacer al rey.

Laertes, hijo de Polonio, que había viajado para hacer presencia en la coronación de Claudio, también solicitó volver a sus estudios, en Francia, y tras consultar a su padre el rey le autorizó partida.

Su primer acto como rey fue enviar carta con real sello al monarca noruego, haciéndole saber que, con esta boda, siguiera en pie su trato de audiencias pasadas, y expresándole preocupación sustentada en alarmantes rumores sobre el actuar de su sobrino Fortimbrás, para que tomase medidas pertinentes en lo que ahora a él, le competía.


La visón del rey III

La visión del rey I

 El rey Claudio se encontraba en su lecho de muerte, una muerte que tal vez el mismo había buscado, puede que con cada una de sus acciones de los últimos meses estuviese él mismo entretejiendo su muerte, que con cada paso que daba en el camino, preparaba el terreno para este fatídico día en que su historia entontaría su final junto a su reina y su sobrino. Estaba yaciente en la sala de duelos de exhibición, viendo entrar a un extranjero que tomaría el trono y que lo haría sin resistencia. Lo que más dolía es que sabía que probablemente así debían de ser las cosas, tal vez la única manera de alcanzar la salvación, tanto él mismo en su alma, como que la de su pueblo, era la eliminación completa de su maldita extirpe, manchada por la sangre del hermano, de la amada, del hijo, de la ambición y sed de poder. Puede que su muerte y la de sus seres amados no fuera otra cosa que voluntad divina, que no importaba cuanto se esforzara por hacer lo correcto, el destino había sido este desde el principio, desde el primer latido de su corazón, desde el primer soplo de vida en su alma dios lo había mandado a este mundo a morir por la espada de su hijo, de su sangre; a matarlo también, lo había mandado a limpiar al reino de su línea sanguínea aun cuando esto simbolizaba hacer hallar el mortal destino a sus seres amados.

El rey Claudio escuchaba acercarse Fortimbrás, hijo del antiguo rey noruego, sobrino del actual y príncipe de sus tierras, y cada paso se escuchaba cada vez más lejano, hasta que llegó el momento en que dejo de oírlo y comenzó a invadir su mente toda su vida, lo recordó todo, desde el nacimiento, vio la primera luz del mundo en una familia de noble cuna, sería el segundo de dos hijos, y eso marcaría el inició de su oscuro destino. Había nacido príncipe de Dinamarca y cuando niño podía disponer de todo aquel placer que su deseo tentara, su hermano mayor, el primogénito, tenía una diferencia sobre él de unos diez años, y en la crianza le habían hecho entender su lugar en la línea real, como príncipe, no le faltaría nada, pero tras la muerte de su padre, sería su hermano mayor quien ascendería al trono.

De niño fue feliz, pasó muchas tardes jugando con su pequeña amiga, la que ahora, al momento de su muerte, sería su reina, Gertrudis, el amor era eso, el amor nacía con el tiempo, con el reír con alguien que en algún momento fue un extraño, pero que después de conocerse, de convivir desinteresadamente, decides que no puedes pasar las tardes sin esa persona, decides jugar escondidas cada día en las salas del palacio para ser regañado por los mayordomos por estar corriendo en los pasillos reales, decides hacer caminatas por los jardines y seguir juntos hasta que luz del día se va desvaneciendo y cada cual debe volver a su lecho. Esa pequeña amiga, ese amor que en su corazón florecía sin que su infantil y pura conciencia lo advirtiera en aquella primera infancia, sellaría su destino.

Cuando Claudio tenía doce años, Gertrudis once y Hamlet, el primogénito, veintidós, el Rey su padre decidió que se acercaba el momento de que su primogénito contrajera matrimonio, la elegida fue una mujer de noble cuna, una niña llamada Gertrudis, y a pesar de que la boda tardó dos años en efectuarse, pues estaba decidido que esperarían a que la luna de sangre diera el anuncio de que la niña ya era mujer, de que ya podía dar continuidad a la línea real, desde que se anunció el arreglo ellos comenzaron a pasar menos tiempo juntos, las lecciones que ella tenía para convertirse en una doncella se habían intensificado, ya no tenía tiempo libre para jugar porque estaba aprendiendo a ser una reina, tampoco podía ser vista a solas con ningún hombre que no fuera su futuro esposo y rey Hamlet, ni siquiera con el príncipe. Y fue así que comenzó a extrañarla, fue así que su mejor amiga con la que se ensuciaba en los jardines del castillo y con la que era regañado por haber cavado algún hoyo buscando tesoros imaginarios se fue convirtiendo en una extraña, ahora siempre estaba erguida, y la risa estruendosa de la niña se fue apagando para convertirse en una elegante risa de etiqueta perfecta para eventos sociales. Fue este tiempo que tuvo que pasar en soledad, fue que los separaron exactamente cuando él como hombre también comenzó a notar cambios en su propio cuerpo y pensamiento, que se dio cuenta que estaba enamorado, y que su amada, sería la mujer de su hermano.

Por supuesto que nunca externó su sentir, no sería propio de un príncipe, además, fuera de eso, como príncipe, tendría como lo había hecho toda su vida, todo aquello que le placiera, exceptuando a la reina, claro, pero no tendría que estar en el ojo público si no quería, como príncipe acompañaría ocasionalmente a su hermano en algunos eventos del reino, pero tendría privacidad la mayoría del tiempo, no le estarían pidiendo opiniones para cosas irrelevantes y tendría mucho más tiempo de ocio para entregar a las cosas que le apetecían que su hermano, que tendría que estar siempre entre consejos reales, lidiando con los tributos, escuchando por horas en la sala real las quejas de los plebeyos. Además, ella probablemente era una idea, pasó dos años convenciéndose que solo la pensaba porque estaba terriblemente acostumbrado a ella, pero que tan pronto se hiciera verdad, tan pronto se desposara con su hermano, la olvidaría. Estaba seguro que tan pronto fuera un hecho más que una promesa, dios terminaría con su tormento, estaba seguro…

Pero resulta que dios es algo caprichoso, que llegó el día, que las trompetas sonaron y Gertrudis entró en la iglesia del palacio y se veía tan hermosa como la más bella de las reinas del mundo, que por un instante se imaginó a sí mismo, en el altar, esperando por ella, por un instante deseo que su hermano no existiera, deseo haber sido él el primogénito de la familia, y a pesar de los horrores de estar siempre en temas políticos, poder desposar a su amada…

Al final eres quien eres, no eliges cuando ni como nacer, y volvió a la realidad y era Hamlet quien se casaría con ella. Su padre el rey, había pasado hace algunos años el promedio de vida de los reyes anteriores y del de los reinos alrededor, no mucho después de la boda, Gertrudis quedó embarazada, y se tomó la decisión de que si aquella criatura nacía varón, y aseguraba la herencia y continuidad de la corona, Hamlet sería nombrado rey, así fue, y el niño fue nombrado Hamlet y Hamlet padre fue coronado, y como por decreto divino que es el único decreto más poderoso que el de cualquier rey, a los pocos meses murió el antiguo rey.

Su hermano había sido un buen rey, no eran invasores, pero había sabido defender las fronteras cuando había sido necesario, Dinamarca era un territorio basto, con tierras fértiles y abundancia. Dinamarca no necesitaba más territorio, y si bien era un estado guerrero, no tenía un ejército tan abundante para salir a buscar extensión y dejar replegadas las suficientes tropas si algún otro reino vecino desde otro frente tratara de invadir. En realidad, el rey Hamlet fue un sabio rey. Hasta que Fortimbrás, rey noruego y padre el príncipe del mismo nombre que ahora se acercaba a comprobar que en cuestión de segundos dejaría escapar su último aliento, decidió invadir Polonia, su hermano no quería tener ningún conflicto con los polacos, así que cuando le solicitaron paso libre por su territorio, se negó, molestando de tal modo a el rey Fortimbrás que casi decide declarar la guerra, tal fuera una guerra que Dinamarca pudo haber ganado, pero en ese caso incluso, dejaría un ejército mermado y al reino expuesto ante otras posibles amenazas, así que propuso a Fortimbrás un duelo de caballeros, apostaría los territorios daneses que estaban entre ambos reinos, y de ganar, recibiría cantidad equivalente de territorios noruegos. Así pues, fue pactado y sellado el acuerdo, pero cuando el rey Hamlet ganó, dando muerte al rey anterior de Noruega, reclamó sus tierras y su premio, pero el príncipe Fortimbrás, natural heredero al trono se negó, bajo el argumento de que el sello real que tenían era del antiguo rey, que no tenían valor porque era decreto del un monarca que ya no existía, Hamlet se molestó mucho y lo acuso de faltar al honor y palabra de su padre, y hubo desde entonces mucha tensión entre los reinos.

Rumores llegaron al consejo de que Fortimbrás, guiado por el rencor y la irá por la muerte de su padre, estaba preparando a su ejército para invadir Dinamarca, sin importar que no pudiera ya conquistar la tierra polaca. Pero Hamlet estuvo necio en que esas tierras, le correspondían. No quiso negociar ni apaciguar la irá de Fortimbrás, sino que estaba dispuesto a la guerra. Algo entendible, el duelo había sido comentado por todos los reinos vecinos, ir la guerra era debilitar defensas, pero dejar que la deuda quedará sin pagar también le haría ver como débil al rey.

Polonio, el consejero real, que tenía una amistad con Claudio, le expresó su inquietud, y aunque ese era el tipo de asunto enmarañado por los cuales no le gustaba la vida política, entendía perfectamente que su posición en la nobleza y el pueblo mismo, miles de vidas inocentes, peligraban en caso de una guerra. Trato de hacer entrar en razón a su hermano, lo invitó a que entrará en negociaciones pacificas con el joven heredero de Noruega y con su anciano tío, pero Hamlet se negó rotundamente, e incluso le dio la impresión de que el deseaba la guerra, que solo estaba esperando que Fortimbrás diera el primer paso para justificar su actuar. Fue menester ante la falta de claridad de su hermano, ir él mismo a iniciar negociaciones, el joven Fortimbrás no quiso ni recibirlo, argumentaba una falta de respeto que no hubiese solicitado audiencia el rey en persona, entonces solo trato con el tío, y ante tan clara negativa al dialogo del rey y del heredero, debían encontrar una solución. Con ambos dispuestos a ir a la guerra, necesitaban que alguno de los dos no estuviera en el poder, pero la única manera de quitar la corona a Hamlet era la muerte, y el anciano debía hacer labor de convencimiento ante el consejo real de Noruega para que el joven no se coronara, tendría que proponerse a sí mismo, y no estaba dispuesto a hacerlo sin una garantía, y menos aún si el embajador de Dinamarca no era ni siquiera portador de la voz del rey. Además, mucha gente seguiría al joven Fortimbrás, con, o sin corona. Por lo tanto, le propuso a Claudio apaciguar la furia del sobrino, siempre y cuando perdonara las tierras que estaban en deuda, y que cuando el ascendiera a la corona, Dinamarca lo reconociera como legitimo rey.

Para esto, era menester la muerte del rey Hamlet, y que el príncipe heredero, tras ascender al trono, lo debía reconocer, daría a Noruega paso libre por el territorio para avanzar hacía Polonia, y serían reinos aliados, casando al príncipe Hamlet con alguna de las mujeres de la familia real noruega, la de su elección. Fue muy difícil, pero una guerra no ayudaba a nadie, era la vida de sus soldados que enviaría a la guerra, en caso de que Fortimbrás entrara en territorio su vida, la de su hermano, y la de Gertrudis, a la cual seguía amando, correrían peligro de todas maneras, miles de vidas de gente del reino, personas promedio estarían también en riesgo. En cambio, como reinos aliados, tomaría la mitad de las tierras conquistadas en Polinia a pago por los territorios noruegos indultados.  Aunque no le encantaba la idea de matar a su rey y hermano, parecía la única opción, además, probablemente no solo el moriría en caso de haber guerra.

Cuando regresó a Elsinor, comentó la audiencia con Polonio, buscando en su pensar alguna opción distinta, no obstante, Polonio, que era un estratega político militar, dio el veredicto de que se trataba de una opción viable, que ciertamente eran miles de vidas y la evasión de un conflicto mayor, protegería la corona, expandiría el reino, y en caso de fallar los noruegos en su invasión a Polonia, ellos quedarían mermados y entonces sería más fácil tomar como pago los territorios originales, incluso por la fuerza de ser necesario. Idearon entonces un plan, y una tarde cuando el rey tomaba su habitual siesta vespertina en uno de los jardines del castillo, aprovechó Claudio para poner en su oído mortal veneno, y oficializada su muerte, aviso envió al príncipe para su pronta vuelta de Alemania donde estudiando hallábase, Claudio nunca pensó que el príncipe rechazaría el trono, pero llegó en un estado de sumo pesar, y cuando le fue ofrecido se negó, solicitó incluso volver a Alemania después del funeral del rey difunto, pero la reina viuda y el mismo Claudio rogaron se quedara un tiempo, para que su madre y amigos de antaño le ayudaran a llevar la pena.

Claudio pensó que Hamlet aceptaría el trono de buena gana, que continuaría con el legado de su padre, y apelando a la cercanía que tuvieron durante su infancia, pues con los días ocupados en asuntos políticos, el difunto rey Hamlet no pasaba mucho tiempo con él, y había sido Claudio quien lo había acompañado muchas tardes a pasear por el jardín, quien le había leído, con quien había formado una gran amistad, en una primera instancia pensó que no sería difícil, una vez coronado su sobrino, convencerlo de aceptar el trato con Noruega, pero ni siquiera coronarse deseaba, y mientras más pasaba el tiempo la posición del reino se volvía más frágil. Ante la negativa de Hamlet, Polonio sugirió que él tomará el trono, pero no era tan fácil, el pueblo danés no aceptaría a Claudio como rey teniendo a Hamlet como sucesor de la línea real, la única manera de recibir la aprobación del pueblo, era desposar a la reina viuda, una atrevida apuesta de Polonio, Claudio no lo consideró correcto, puesto sería como faltar al respeto a su hermano, pero era la única forma y el príncipe Hamlet se seguía negando mientras que los rumores de que Fortimbrás seguía preparándose para atacar el reino cada vez llegaban más frecuentes con los vientos del norte.

Le propuso matrimonio a Gertrudis, le dolía suponer que faltaba al recuerdo de su hermano, pero suponía que de existir algún hombre que la acompañará en su lecho después de la partida de su hermano, no había ninguno mejor que él, con quien se había criado y tenía tantos recuerdos, un hombre que la había amado en silencio durante toda la vida al grado de no haber visto jamás a mujer alguna, tanto, que muchos en el reino aseguraban que el príncipe Claudio, hermano del rey, era de sexualidad dudosa. Había sido testigo del gran amor en el matrimonio de su hermano, y si alguien podía amarla, cuidarla y protegerla no podía ser otro sino él mismo. Pero, ¿estaba haciendo lo correcto?

Gertrudis se negó rotundamente a la propuesta, y ella misma durante un par de semanas trató de convencer a su hijo de tomar el cetro, pero este se seguía negando. No puede hacer reino sin rey, y no la dejarían gobernar sola siendo mujer. Y los vientos del norte cargados de rumores de una pronta invasión eran cada vez más violentos. Terminó aceptando desposar al príncipe Claudio, se pactó la boda para quince días después y ahí mismo sería la coronación de Claudio.


La visión del rey II

viernes, 20 de junio de 2025

no solo de dios vive el hombre

voy olvidando como usar el cuerpo,
recuerdo las palabras pero mi boca
no recuerda cómo ni sabe articularlas.
recuerdo las coreografías de mi artista favorita
pero si las quiero bailar mi cuerpo no responde,
así mi alma se va convirtiendo en trabajadora,
ardua, pero es una terrible individualista
que no admite ayuda alguna, y me va postrando
en un eterno meditar. me va postrando
inútil en mi hamaca en este mundo, que es todo,
no solo espiritual, en este mundo físico tridimensional
yo soy un ser que come y respira introspecciones,
"no solo de pan vive el hombre...", ya no recuerdo
como mascar siquiera y voy perdiendo peso.
comienzo a preocuparme por mí,
esa frase seguro debe ser bilateral,
"no solo de dios vive el hombre..."

miércoles, 30 de abril de 2025

Aniversario del (Des)Amor (XI)

en el principio todo era oscuridad.
luego naciste tú y la luz: se hizo.

miró dios que esto era bueno,
optó por crear entonces
variedad de luces que
iluminaran cielos, tierra,
mares, selvas y cuánta
idea se le ocurrió para tan
espléndido propósito.
navego por increíbles
tormentas dentro de los
océanos grandes e

inmensos de su mente
nebulosa. en aquel lejano
tiempo, difuso incluso, ahora.
entonces tu luz
rodeó con autoridad
nuestro universo, nuestra
oscuridad, y lo hizo nuevo.

dentro de dios se desvanecieron
enteras las tinieblas y se disiparon las tormentas.

lanzaste estrellas a los cielos,
alumbraste las noches cubiertas

fatídicamente de las tinieblas
espesas y las volviste día,
las volviste lindas,
incluso daban ganas de
caminar bajo las pequeñas
imágenes verdes parpadeantes
de los campos que nombrarías luciérnagas.
ayúdame a entender cómo así, sin más,
de la nada y sin explicación, puedes ser tú tan perfecta.