Tintero Del Poeta.
"Tú y yo somos de la misma sangre" -Marco simbolico de la manada.
miércoles, 1 de octubre de 2025
no se me culpe.
domingo, 17 de agosto de 2025
La visión del rey V
Polonio
llegó más tarde a una capilla del palacio que se encontraba cerca de los
aposentos del rey, donde este último se encontraba, dio la noticia de haber
citado a Hamlet a su dormitorio para que hablase con su reina y madre, quien, a
pesar de ser testigo de la insana cordura del príncipe, por su cariño no podría
del todo tener objetivo oído, siendo menester que el mismo como consejero, se
ocultase para la conversación escuchar y dar reporte luego. Estuvo de acuerdo
el rey, y cuando Polonio se marchó y el rey comenzó a pensar, pudiera ser que en
ese lugar sagrado, verdaderamente se encontrase más cerca de dios y del cielo, pues
tan pronto se quedó solo, séase por el sitio, por el espectáculo desagradable
que con dedo vil el príncipe le apunta sin filtros como el asesino del rey
pasado, o por su conciencia culposa que cada vez gritaba más fuerte en sus
adentros, que comenzó entre pensamientos internos y oración: «Es mi delito
atroz, y su rancio hedor al cielo eleva; lleva consigo la primera maldición, la
más grande: la muerte de un hermano. No puedo orar, aunque mi alma toda el rezo
aclame: más que mi voluntad resulta y firme puede mi enorme crimen; soy como el
hombre que en dos negocios piensa: dudo con cual empezar, y ambos descuido. Y
aunque en sangre hermana bañado hubiese mi maldita diestra mil y mil veces
¿lluvia no hay bastante que en ese cielo justo y bondadoso que pueda volverla
blanca cual nieve? Inútil fuera la merced, si osada el crimen no afrontase,
vano el rezo, si no tuviese en sí la doble fuerza de precaver el crimen
meditado, de perdonar la culpa cometida. Recemos, pues; mi crimen ya está
hecho. Mas ¿en qué forma de oración valerme? «¿Perdóneme el aleve asesinato?»
No puede ser: las prendas incentivas del horrendo crimen todavía conservo: mi
cetro, mi ambición, mi esposa y reina. ¿Podrá lograr perdón quien aún ofende?
En el perverso mundo la dorada mano del criminal cada vez consigue hacer que
retroceda la justicia; y vese que a menudo al infame oro la ley cede; mas nunca
allá en el cielo. No sirve de nada allí la astucia; claro, el crimen parece tal cual
es, y frente a frente salen a condenarnos nuestras faltas. ¿Qué queda, pues,
por hacer? ¿Arrepentirme? ¡Qué no podrá la contrición sincera! Mas ¿qué podrá
el alma que no se humilla? ¡Oh, lastimoso estado! ¡Oh, seno inmundo, más negro
que la muerte! ¡Alma enligada, que cuanto más te afanas por librarte te enligas
más! ¡Por favor, por dios! ¡Dóblense, rebeldes piernas, y hazte blando como los
nervios del recién nacido, corazón, más duro que el acero! Aun puede hacer
remedio para todo…[1]».
El rey se
arrodilló para continuar en su meditaciones, y como si fuera cita divina, ese
lugar y ese momento, tan pronto sus rodillas tocaron el suelo frío y sus ojos
en oscuridad quedaron, comenzaron a oírse en el pasillo pasos, que se
detuvieron a la entrada del lugar, era Hamlet, y se detuvo al verlo vulnerable,
el rey estaba en paz, y a la vez temblando, le pareció que dios jugaba irónico con su destino. Tal vez esto era lo mejor, que Hamlet tomara su vida
como pago por la de su padre, que Hamlet tomará el reino y que liberara a la
hermosa reina de estar con el monstruo que a su primer esposo asesinó. Sonrió,
con una extraña mezcla de miedo y paz, y justo cuando había aceptado su final,
los pasos continuaron, Hamlet fue al dormitorio de su madre para sostener la
conversión que Polonio había anunciado. El cielo decidió que el asesino
seguiría con vida.
sábado, 16 de agosto de 2025
La visión del rey IV
Los
comediantes llegaron al amanecer y Hamlet, aunque falto de cordura se mostró
más alegre que otros días, la reina y el rey estaban contentos de sus deseos de
presentar una historia, tal vez todo lo que necesitaba era soltar entre cómicos
y risas un poco del lastre que le mantenía el espíritu en tan vil melancolía.
La
presentación tuvo lugar en un gran salón real esa misma noche, muchos de los
nobles del reino fueron invitados, la reina, tal vez por la alegría de que Hamlet
mostrara mejoría, estaba tan bella como hacía mucho tiempo no lo estaba, el rey
estaba expectante, el príncipe creció entre libros y poetas, vio muchas obras y
se preguntaba si mostraría algo nuevo o alguna de su predilectas, si había
vuelto a poner los pies en la tierra o si había pedido a los cómicos presentaran
alguna función sin valor, como quiera, había invitado a los nobles, para que
Hamlet viera, si le quedaba un poco de cordura, que su voz sería escuchada, y
todos le daban valor.
Para su sorpresa,
la obra no carecía de sentido, pero fue peor, tuvo una naturaleza oscura, que
no hacía sino señalar de asunto supuestamente olvidado, se presentó la muerte
de Gonzago, pero con modificación de diálogos y acciones agregados
abrumadoramente exactos, los personajes principales, se convirtieron en reyes,
y siendo el rey y la reina enamorados, durante un paseo por el jardín, la reina
se va para que el rey pueda descansar y este se queda dormido a la izquierda
del roble, otro personaje entra en escena y vierte veneno en su oído. Al rey le
pareció un apuesta impropia con el luto del antiguo rey aún en el corazón de Dinamarca,
miró a Hamlet, que tenía la mirada clavada en su rostro, una mirada penetrante,
una mirada no de loco ni desconcertada, sino desafiante. El rey detuvo la obra,
se disculpó con los presentes y se retiró con la reina.
domingo, 10 de agosto de 2025
La visión del rey III
Al amanecer del día siguiente a la boda algo había cambiado en Hamlet, se notaba visiblemente perturbado, su actuar era errático y su hablar, a pesar de ser fluido, no era del todo claro, muchas oraciones eran carentes de realidad, como si su pensamiento, de la noche a la mañana, hubiera viajado a un mundo ajeno al que habitaba el resto del reino.
Tras
algunos días de infructuosos intentos de la reina, el rey y Polonio de encontrar
el motivo de la curiosa actitud del príncipe, llamaron de Alemania a quiénes
allá, durante su estudio, fueron sus amigos. Llegaron a la brevedad y se
mostraron dispuestos a ayudar a descubrir aquello que pesaba en el alma del príncipe
y amigo.
Polonio
dio noticia al rey de que los embajadores enviados a Noruega habían regresado
con ánimo alegre y buenas nuevas del monarca extranjero, la diplomática relación
entre los reinos parecía rendiría frutos. Además, compartió noticias sobre lo
que él sospechaba, era el motivo de la locura última de Hamlet, que se pensaba
era el luto de su padre y la pronta boda de su madre, comentó que puede que la causa
no fuera otra sino la causa más antigua de todas las locuras, la inferencia
ante su amor ardiente. Comunicó a los reyes, como el príncipe había pasado tiempo
basto desde su regresó al reino con su hija Ofelia, y que días atrás, corroborando
su sospecha, habló con ella, que le compartió como durante esas horas de compañía
el príncipe le había expresado admiraciones miles, e incluso, obediente le
entrego una carta de las bastas que el príncipe le había entregado:
«duda del
sol radiante, del rayo y de su fulgor, duda de fe constante, pero nunca de mi
amor. ¡Querida Ofelia! Mala maña tengo de hacer estos versos: no poseo el arte
de medir mis quejidos; pero creo que te amo más que a nadie, tú, ¡la más digna
de ser amada! Tuyo siempre, Hamlet»[1].
Polonio explicó
que le hizo ver a Ofelia que la cuna de Hamlet era de posición superior a la
suya, y que no debía ni pasaría jamás unión en ellos, por tanto, no debía
admitir halagos ni recuerdos. Tras la escucha del consejo de Ofelia, y su
resistencia a Hamlet, este sucumbió, en suma, con las otras situaciones en su
vida, a la pena y la locura.
Concretaron
pues coordinar un encuentro “casual” entre Ofelia y Hamlet en la galería, para desde
un escondite, presenciar tal.
Al
anochecer fueron a presencia del rey los dos amigos, confirmando que se comportaba
muy extraño el príncipe, pero no habiendo descubierto el motivo que causaba su
trastorno. Informaron que deseoso estaba de coordinar una presentación con una compañía
de comediantes.
Después,
escondidos durante el encuentro dicho, Hamlet mostróse indiferente ante la bella
Ofelia, descartando así la congoja del amor como perturbación del alma.
La visión del rey II
Claudio se encontraba en el altar, esperaba nervioso la llegada de la reina, seguía preguntándose si aquello era correcto, si tomar la mano de la reina viuda no era premiar su capital pecado de darle muerte al rey y hermano, si de verdad era el fin justificante de los medios, si de verdad estaba haciendo un bien al reino. Su mente era un constante ir y venir de pensamientos intrusivos que, de hecho, no servían ya de nada, la culpa era una ingrata inútil pues sin importar cuánto pudiera arrepentirse, no cambiaría el pasado, todo lo que estaba hecho, hecho estaba.
Pero
resulta que dios es algo caprichoso, las trompetas sonaron y Gertrudis entró en
la iglesia del palacio, se veía tan hermosa como la más bella de las reinas del
mundo, y recordó cuando entró, por primera vez a su primera boda, recordó como
por un instante se imaginó a sí mismo, en el altar, esperando por ella, por un
instante deseo que su hermano no existiera, deseo haber sido él el primogénito
de la familia, y a pesar de los horrores de estar siempre en temas políticos,
poder desposar a su amada… Ahora, era él quien la esperaba en el altar, y Gertrudis
seguía siendo la mujer perfecta, cuando apareció su imagen todo pensamiento se
puso en pausa, la felicidad y la plenitud le llenaron el alma, tal vez todo era
parte de un plan divino más poderoso que ellos, tal vez ya estaba escrito que su
destino era acompañarse por la eternidad, tal vez su primera infancia juntos, la
confianza y cercanía que cosecharon cuando niños, no era cosa de la casualidad
sino del destino. Tal vez dios vio cómo le guardó respeto y amor toda la vida y
había movido sus hilos para que estuvieran juntos. Miraba a Gertrudis acercarse,
un paso a la vez, al altar, y ya nada más importaba.
Había
pasado poco más de un mes desde la muerte de su hermano, esperaba que, a pesar
del luto, respetable y entendible, el príncipe Hamlet se mostrara un poco más
amable, pero durante toda la celebración pareció molesto, y la sonrisa en su
cara se notaba forzada, tampoco quiso elevar copa ni proponer brindis en honor
del nuevo rey ni de la boda se madre, y su actitud fue la mínima de cortesía
que ameritaba la educación de su posición en la nobleza. Después de marcharse
los invitados, Hamlet renovó deseos de volver a sus estudios en Alemania, nuevamente,
los reyes suplicaron su permanencia en el reino, cosa que tuvo que acatar como
decreto, haciendo saber que era en consideración de su madre solo, y de ninguna
manera por complacer al rey.
Laertes,
hijo de Polonio, que había viajado para hacer presencia en la coronación de
Claudio, también solicitó volver a sus estudios, en Francia, y tras consultar a
su padre el rey le autorizó partida.
Su primer
acto como rey fue enviar carta con real sello al monarca noruego, haciéndole saber
que, con esta boda, siguiera en pie su trato de audiencias pasadas, y expresándole
preocupación sustentada en alarmantes rumores sobre el actuar de su sobrino Fortimbrás,
para que tomase medidas pertinentes en lo que ahora a él, le competía.
La visión del rey I
El rey Claudio se encontraba en su lecho de muerte, una muerte que tal vez el mismo había buscado, puede que con cada una de sus acciones de los últimos meses estuviese él mismo entretejiendo su muerte, que con cada paso que daba en el camino, preparaba el terreno para este fatídico día en que su historia entontaría su final junto a su reina y su sobrino. Estaba yaciente en la sala de duelos de exhibición, viendo entrar a un extranjero que tomaría el trono y que lo haría sin resistencia. Lo que más dolía es que sabía que probablemente así debían de ser las cosas, tal vez la única manera de alcanzar la salvación, tanto él mismo en su alma, como que la de su pueblo, era la eliminación completa de su maldita extirpe, manchada por la sangre del hermano, de la amada, del hijo, de la ambición y sed de poder. Puede que su muerte y la de sus seres amados no fuera otra cosa que voluntad divina, que no importaba cuanto se esforzara por hacer lo correcto, el destino había sido este desde el principio, desde el primer latido de su corazón, desde el primer soplo de vida en su alma dios lo había mandado a este mundo a morir por la espada de su hijo, de su sangre; a matarlo también, lo había mandado a limpiar al reino de su línea sanguínea aun cuando esto simbolizaba hacer hallar el mortal destino a sus seres amados.
El rey Claudio
escuchaba acercarse Fortimbrás, hijo del antiguo rey noruego, sobrino del
actual y príncipe de sus tierras, y cada paso se escuchaba cada vez más lejano,
hasta que llegó el momento en que dejo de oírlo y comenzó a invadir su mente toda
su vida, lo recordó todo, desde el nacimiento, vio la primera luz del mundo en
una familia de noble cuna, sería el segundo de dos hijos, y eso marcaría el
inició de su oscuro destino. Había nacido príncipe de Dinamarca y cuando niño
podía disponer de todo aquel placer que su deseo tentara, su hermano mayor, el primogénito,
tenía una diferencia sobre él de unos diez años, y en la crianza le habían
hecho entender su lugar en la línea real, como príncipe, no le faltaría nada,
pero tras la muerte de su padre, sería su hermano mayor quien ascendería al
trono.
De niño
fue feliz, pasó muchas tardes jugando con su pequeña amiga, la que ahora, al
momento de su muerte, sería su reina, Gertrudis, el amor era eso, el amor nacía
con el tiempo, con el reír con alguien que en algún momento fue un extraño,
pero que después de conocerse, de convivir desinteresadamente, decides que no
puedes pasar las tardes sin esa persona, decides jugar escondidas cada día en
las salas del palacio para ser regañado por los mayordomos por estar corriendo
en los pasillos reales, decides hacer caminatas por los jardines y seguir
juntos hasta que luz del día se va desvaneciendo y cada cual debe volver a su
lecho. Esa pequeña amiga, ese amor que en su corazón florecía sin que su
infantil y pura conciencia lo advirtiera en aquella primera infancia, sellaría
su destino.
Cuando
Claudio tenía doce años, Gertrudis once y Hamlet, el primogénito, veintidós, el
Rey su padre decidió que se acercaba el momento de que su primogénito contrajera
matrimonio, la elegida fue una mujer de noble cuna, una niña llamada Gertrudis,
y a pesar de que la boda tardó dos años en efectuarse, pues estaba decidido que
esperarían a que la luna de sangre diera el anuncio de que la niña ya era
mujer, de que ya podía dar continuidad a la línea real, desde que se anunció el
arreglo ellos comenzaron a pasar menos tiempo juntos, las lecciones que ella
tenía para convertirse en una doncella se habían intensificado, ya no tenía
tiempo libre para jugar porque estaba aprendiendo a ser una reina, tampoco
podía ser vista a solas con ningún hombre que no fuera su futuro esposo y rey
Hamlet, ni siquiera con el príncipe. Y fue así que comenzó a extrañarla, fue
así que su mejor amiga con la que se ensuciaba en los jardines del castillo y
con la que era regañado por haber cavado algún hoyo buscando tesoros
imaginarios se fue convirtiendo en una extraña, ahora siempre estaba erguida, y
la risa estruendosa de la niña se fue apagando para convertirse en una elegante
risa de etiqueta perfecta para eventos sociales. Fue este tiempo que tuvo que
pasar en soledad, fue que los separaron exactamente cuando él como hombre también
comenzó a notar cambios en su propio cuerpo y pensamiento, que se dio cuenta que
estaba enamorado, y que su amada, sería la mujer de su hermano.
Por
supuesto que nunca externó su sentir, no sería propio de un príncipe, además,
fuera de eso, como príncipe, tendría como lo había hecho toda su vida, todo
aquello que le placiera, exceptuando a la reina, claro, pero no tendría que
estar en el ojo público si no quería, como príncipe acompañaría ocasionalmente
a su hermano en algunos eventos del reino, pero tendría privacidad la mayoría
del tiempo, no le estarían pidiendo opiniones para cosas irrelevantes y tendría
mucho más tiempo de ocio para entregar a las cosas que le apetecían que su
hermano, que tendría que estar siempre entre consejos reales, lidiando con los
tributos, escuchando por horas en la sala real las quejas de los plebeyos. Además,
ella probablemente era una idea, pasó dos años convenciéndose que solo la
pensaba porque estaba terriblemente acostumbrado a ella, pero que tan pronto se
hiciera verdad, tan pronto se desposara con su hermano, la olvidaría. Estaba
seguro que tan pronto fuera un hecho más que una promesa, dios terminaría con
su tormento, estaba seguro…
Pero
resulta que dios es algo caprichoso, que llegó el día, que las trompetas sonaron
y Gertrudis entró en la iglesia del palacio y se veía tan hermosa como la más
bella de las reinas del mundo, que por un instante se imaginó a sí mismo, en el altar,
esperando por ella, por un instante deseo que su hermano no existiera, deseo haber
sido él el primogénito de la familia, y a pesar de los horrores de estar
siempre en temas políticos, poder desposar a su amada…
Al final
eres quien eres, no eliges cuando ni como nacer, y volvió a la realidad y era
Hamlet quien se casaría con ella. Su padre el rey, había pasado hace algunos
años el promedio de vida de los reyes anteriores y del de los reinos alrededor,
no mucho después de la boda, Gertrudis quedó embarazada, y se tomó la decisión de
que si aquella criatura nacía varón, y aseguraba la herencia y continuidad de
la corona, Hamlet sería nombrado rey, así fue, y el niño fue nombrado Hamlet y
Hamlet padre fue coronado, y como por decreto divino que es el único decreto
más poderoso que el de cualquier rey, a los pocos meses murió el antiguo rey.
Su hermano
había sido un buen rey, no eran invasores, pero había sabido defender las fronteras
cuando había sido necesario, Dinamarca era un territorio basto, con tierras fértiles
y abundancia. Dinamarca no necesitaba más territorio, y si bien era un estado
guerrero, no tenía un ejército tan abundante para salir a buscar extensión y
dejar replegadas las suficientes tropas si algún otro reino vecino desde otro
frente tratara de invadir. En realidad, el rey Hamlet fue un sabio rey. Hasta
que Fortimbrás, rey noruego y padre el príncipe del mismo nombre que ahora se
acercaba a comprobar que en cuestión de segundos dejaría escapar su último
aliento, decidió invadir Polonia, su hermano no quería tener ningún conflicto
con los polacos, así que cuando le solicitaron paso libre por su territorio, se
negó, molestando de tal modo a el rey Fortimbrás que casi decide declarar la
guerra, tal fuera una guerra que Dinamarca pudo haber ganado, pero en ese caso
incluso, dejaría un ejército mermado y al reino expuesto ante otras posibles
amenazas, así que propuso a Fortimbrás un duelo de caballeros, apostaría los
territorios daneses que estaban entre ambos reinos, y de ganar, recibiría
cantidad equivalente de territorios noruegos. Así pues, fue pactado y sellado
el acuerdo, pero cuando el rey Hamlet ganó, dando muerte al rey anterior de
Noruega, reclamó sus tierras y su premio, pero el príncipe Fortimbrás, natural
heredero al trono se negó, bajo el argumento de que el sello real que tenían
era del antiguo rey, que no tenían valor porque era decreto del un monarca que
ya no existía, Hamlet se molestó mucho y lo acuso de faltar al honor y palabra
de su padre, y hubo desde entonces mucha tensión entre los reinos.
Rumores
llegaron al consejo de que Fortimbrás, guiado por el rencor y la irá por la
muerte de su padre, estaba preparando a su ejército para invadir Dinamarca, sin
importar que no pudiera ya conquistar la tierra polaca. Pero Hamlet estuvo necio
en que esas tierras, le correspondían. No quiso negociar ni apaciguar la irá de
Fortimbrás, sino que estaba dispuesto a la guerra. Algo entendible, el duelo
había sido comentado por todos los reinos vecinos, ir la guerra era debilitar
defensas, pero dejar que la deuda quedará sin pagar también le haría ver como débil
al rey.
Polonio,
el consejero real, que tenía una amistad con Claudio, le expresó su inquietud, y
aunque ese era el tipo de asunto enmarañado por los cuales no le gustaba la
vida política, entendía perfectamente que su posición en la nobleza y el pueblo
mismo, miles de vidas inocentes, peligraban en caso de una guerra. Trato de hacer
entrar en razón a su hermano, lo invitó a que entrará en negociaciones pacificas
con el joven heredero de Noruega y con su anciano tío, pero Hamlet se negó rotundamente,
e incluso le dio la impresión de que el deseaba la guerra, que solo estaba esperando
que Fortimbrás diera el primer paso para justificar su actuar. Fue menester
ante la falta de claridad de su hermano, ir él mismo a iniciar negociaciones,
el joven Fortimbrás no quiso ni recibirlo, argumentaba una falta de respeto que
no hubiese solicitado audiencia el rey en persona, entonces solo trato con el
tío, y ante tan clara negativa al dialogo del rey y del heredero, debían
encontrar una solución. Con ambos dispuestos a ir a la guerra, necesitaban que
alguno de los dos no estuviera en el poder, pero la única manera de quitar la
corona a Hamlet era la muerte, y el anciano debía hacer labor de convencimiento
ante el consejo real de Noruega para que el joven no se coronara, tendría que
proponerse a sí mismo, y no estaba dispuesto a hacerlo sin una garantía, y
menos aún si el embajador de Dinamarca no era ni siquiera portador de la voz
del rey. Además, mucha gente seguiría al joven Fortimbrás, con, o sin corona.
Por lo tanto, le propuso a Claudio apaciguar la furia del sobrino, siempre y
cuando perdonara las tierras que estaban en deuda, y que cuando el ascendiera a
la corona, Dinamarca lo reconociera como legitimo rey.
Para esto,
era menester la muerte del rey Hamlet, y que el príncipe heredero, tras
ascender al trono, lo debía reconocer, daría a Noruega paso libre por el
territorio para avanzar hacía Polonia, y serían reinos aliados, casando al príncipe
Hamlet con alguna de las mujeres de la familia real noruega, la de su elección.
Fue muy difícil, pero una guerra no ayudaba a nadie, era la vida de sus
soldados que enviaría a la guerra, en caso de que Fortimbrás entrara en
territorio su vida, la de su hermano, y la de Gertrudis, a la cual seguía
amando, correrían peligro de todas maneras, miles de vidas de gente del reino, personas
promedio estarían también en riesgo. En cambio, como reinos aliados, tomaría la
mitad de las tierras conquistadas en Polinia a pago por los territorios noruegos
indultados. Aunque no le encantaba la
idea de matar a su rey y hermano, parecía la única opción, además, probablemente
no solo el moriría en caso de haber guerra.
Cuando
regresó a Elsinor, comentó la audiencia con Polonio, buscando en su pensar alguna
opción distinta, no obstante, Polonio, que era un estratega político militar, dio
el veredicto de que se trataba de una opción viable, que ciertamente eran miles
de vidas y la evasión de un conflicto mayor, protegería la corona, expandiría el
reino, y en caso de fallar los noruegos en su invasión a Polonia, ellos quedarían
mermados y entonces sería más fácil tomar como pago los territorios originales,
incluso por la fuerza de ser necesario. Idearon entonces un plan, y una tarde
cuando el rey tomaba su habitual siesta vespertina en uno de los jardines del castillo,
aprovechó Claudio para poner en su oído mortal veneno, y oficializada su
muerte, aviso envió al príncipe para su pronta vuelta de Alemania donde
estudiando hallábase, Claudio nunca pensó que el príncipe rechazaría el trono,
pero llegó en un estado de sumo pesar, y cuando le fue ofrecido se negó, solicitó
incluso volver a Alemania después del funeral del rey difunto, pero la reina viuda
y el mismo Claudio rogaron se quedara un tiempo, para que su madre y amigos de
antaño le ayudaran a llevar la pena.
Claudio
pensó que Hamlet aceptaría el trono de buena gana, que continuaría con el
legado de su padre, y apelando a la cercanía que tuvieron durante su infancia,
pues con los días ocupados en asuntos políticos, el difunto rey Hamlet no pasaba
mucho tiempo con él, y había sido Claudio quien lo había acompañado muchas
tardes a pasear por el jardín, quien le había leído, con quien había formado
una gran amistad, en una primera instancia pensó que no sería difícil, una vez
coronado su sobrino, convencerlo de aceptar el trato con Noruega, pero ni siquiera
coronarse deseaba, y mientras más pasaba el tiempo la posición del reino se
volvía más frágil. Ante la negativa de Hamlet, Polonio sugirió que él tomará el
trono, pero no era tan fácil, el pueblo danés no aceptaría a Claudio como rey
teniendo a Hamlet como sucesor de la línea real, la única manera de recibir la aprobación
del pueblo, era desposar a la reina viuda, una atrevida apuesta de Polonio, Claudio
no lo consideró correcto, puesto sería como faltar al respeto a su hermano,
pero era la única forma y el príncipe Hamlet se seguía negando mientras que los
rumores de que Fortimbrás seguía preparándose para atacar el reino cada vez
llegaban más frecuentes con los vientos del norte.
Le propuso
matrimonio a Gertrudis, le dolía suponer que faltaba al recuerdo de su hermano,
pero suponía que de existir algún hombre que la acompañará en su lecho después
de la partida de su hermano, no había ninguno mejor que él, con quien se había
criado y tenía tantos recuerdos, un hombre que la había amado en silencio
durante toda la vida al grado de no haber visto jamás a mujer alguna, tanto,
que muchos en el reino aseguraban que el príncipe Claudio, hermano del rey, era
de sexualidad dudosa. Había sido testigo del gran amor en el matrimonio de su
hermano, y si alguien podía amarla, cuidarla y protegerla no podía ser otro
sino él mismo. Pero, ¿estaba haciendo lo correcto?
Gertrudis se negó rotundamente a la propuesta, y ella misma durante un par de semanas trató de convencer a su hijo de tomar el cetro, pero este se seguía negando. No puede hacer reino sin rey, y no la dejarían gobernar sola siendo mujer. Y los vientos del norte cargados de rumores de una pronta invasión eran cada vez más violentos. Terminó aceptando desposar al príncipe Claudio, se pactó la boda para quince días después y ahí mismo sería la coronación de Claudio.