jueves, 7 de enero de 2016

Las Sombras de la Noche.

Esta es como cualquier otra noche, el cielo está estrellado, tu casa esta oscura, no hay más luz que la de la pequeña habitación en que ahora escribes, tu familia duerme, sólo tu estás despierto, vencido ante el envolvente frío de la noche, esperando el amanecer.

Son las dos treinta de la mañana, y por alguna razón te levantas, quieres tomar aire, quieres subir a la azotea y mirar el cielo estrellado de invierno. Abres la puerta para salir al patio, algo parecido a un espejismo pasa por tus ojos a la hora de salir, de hecho, tu no estás seguro de que no sea más que un espejismo.

Una silueta a cuatro patas, la vez como huyendo, tratando de escapar en silencio. Lo hace, en tu mente piensas otra vez que lo has soñado, que eso no pasó, pero aun así observas, desconcertado, confuso quizás por el viento, en la dirección por la cual se marchó aquella figura.

Los ojos de mirada extraña siguen mirando hacía la calle, con ellos, vuelves a ver una sombra atravesada en tus pupilas, piensas que probablemente sea la misma, aun sin saber si lo soñaste, si todo aquello que seguía pasando era o no parte de tu imaginación, miras, miras, mira, ¡miras!, todo el mundo te confunde. Hay algo en las madrugadas de invierno que hace que todo sea difuso, distante en ocasiones, te pierdes en tu pequeño mundo y ya no ves la realidad a veces. A estas horas ya no sabes si lo que está pasando está pasando o lo estás soñando.

De pronto entiendes lo que pasa, te pones alerta, miras como la sombra no es sombra sino bulto, bulto de humano apenas. Y estaba en tu patio cuando saliste, y seguramente no pensaba tocar la puerta de la entrada y pedir azúcar o café o decir que quería hablar de Dios, esas cosas se hacen en el día, ese animal -que probablemente lo sea, aun no estás del todo seguro en realidad-, se había metido a robar.

-Ya te vi pendejo -dices, y entonces el bulto se recorre hacía la barda para que no lo veas, y ahí lo sabes, es una persona, y además es idiota, porque se pudo haber ido sin más y nunca nadie habría sabido quien era, porque no lo habías reconocido.

Abres por fin la puerta que da a la calle y lo miras y le preguntas qué pasa.

Él se pone en dos piernas, sorprendentemente sabe ponerse en dos piernas, pero tú ya lo ves como un animal, porque así es, hay animales que se paran en dos piernas y carminar erguidos y conocen el dialecto de los hombres, se parecen mucho a los seres humanos pero no son más que mierda, tú aún así lo piensas como animal, intentando no ofender a ninguno con tu comparación.

Primero te pide perdón por haberte levantado, se disculpa por haber perturbado tu sueño, y después alega que su perro se le ha perdido. Le preguntas lo más educadamente posible que hace entrando a tu casa en lugar de buscarlo.

-Es que entró ahí- dice él.
-Entonces no está perdido -sentencias. Para después agregar-: Pero yo no lo vi, seguro que se habrá confundido, él no está aquí. Además sin importar el despertar a alguien, creo que hubiera sido prudente llamar a la puerta.
-No -comienza a decir-, yo lo vi como entro -seguro que lo vio, seguro que te chupas el dedo y que el invierno es la parte más caliente del año.
Pero lo entiendes, sabes que había tomado un camino sin retorno, que la única manera de que vuelva a casa es siguiendo el juego, hacer como que crees su mentira.
-Bueno, como he dicho antes debería de haber tocado, también sé que lo hará en la siguiente oportunidad, pero no he visto al perro, de verlo prometo echarlo a la calle para que se reencuentre con usted en la mañana, por ahora debería dormir.

En un último acto de cinismo te agradece, te dice que es verdad, que está cansado y que lo más conveniente será irse a dormir, que ya aparecerá el perro en la mañana.

Y se va, y la vida vuelve a bruma y a niebla, y cuando lo piensas te parece imposible tanto grado de cinismo. Pero estás cansado y decides que será mejor que también duermas un poco. Y vas a arroparte bajo el calor de las sábanas en tu cama y duermes. A la espera del amanecer.


Noche estrellada. Vincent van Gogh.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario